La capacidad cazadora que adorna a los gatos domésticos los ha convertido en grandes depredadores que asolan los alrededores de las pequeñas y grandes localidades de nuestro entorno. Pájaros, roedores, crías de mamíferos, anfibios, reptiles, nada escapa a su interés y nada escapa a sus finas garras. Estas semanas de invierno en las que recorro bastantes "fronteras" entre lo doméstico y lo natural, entre lo urbano y lo silvestre, por los pueblos del norte de España, encuentro, en todas las ocasiones, gatos sueltos que patrullan por estos territorios. Grandes y pequeños, blancos y negros, son gatos domésticos generalmente bien alimentados que recorren las lindes para echarse un aperitivo natural a las fauces. También los veo asilvestrados, pero éstos están mucho más delgados y son muy cautelosos, caminando entre las sombras para no dejarse ver. Unos y otros atacan a todo lo que se mueve y lo matan. Son muy buenos, apenas fallan en sus ataques emboscados.
Cuando yo era pequeñito, tenía en casa siempre animales medio heridos en recuperación. Por mi habitación pasaron urracas, mochuelos, larvas de rana, grillos, y lechuzas comunes. Recuerdo especialmente una nidada de lechuzas que había sido descubierta por una bandada de pequeños canallas en los desvanes de la escuela y que estaba siendo utilizada como diana para lanzar a sus tres componentes piedras una vez sacados de su escondrijo y colocados en la barandilla de una escalera. Desde el patio del centro escolar, aquellos pequeños aprendices de pelotón de fusilamiento, incapaces de sentir compasión, disparaban con saña sus piedras a las bolitas de plumón blanco. Entré llorando en el círculo y arrebaté aquellas tres criaturas a sus verdugos. Se salvaron dos. Los alimenté y curé. Pero hacían mucho ruido por las noches y fui requerido para sacarlos al jardín. Atendí la orden a regañadientes y consentí en dejarlos en una gran rama de un árbol que crecía junto a la casa. Una de las crías todavía conservaba su vendaje en una de las alas. Aquella misma noche, un gato mató a las dos. Apenas quedaron más que las venditas manchadas de sangre.
Desde entonces no me gustan los gatos. Salvo, quizás, los leones. Pero no se trata de eso. El hecho cierto es que en algunas colonias de gorriones, por ejemplo, diezman las nidadas porque son hábiles para escalar hasta ellas. A los nidos de jilguero, de los laureles junto a la leñera, había que protegerlos con piezas de lata como las que se instalan en las estachas de los barcos para que no suban las ratas desde tierra, y evitar de esa manera su saqueo.
Evidentemente, yo no digo que los gatos sean malos. Es absurdamente patético utilizar juicios morales en la Naturaleza. Simplemente son unas eficaces máquinas de matar animales mucho más escasos que ellos. En su mayoría tienen dueño. Porque añado, que la mayoría de esos gatos domésticos depredadores son lustrosos gatos "cocineros" que abandonan momentáneamente el calor de las cocinas y las "glorias" rurales para darse un garbeo y tomar unos pajarillos de aperitivo. Esos gatos tienen nombre y apellidos. Tienen amos devotos que les ponen escudillas con latas de carne. ¿No podrían estas personas, amantes de los animales, ponerle un cascabel al gato? He oído que gracias al sonido del cascabel serían detectados por sus víctimas, que de esta manera dejarían de serlo. Así, ellos seguirían felices comiendo wiskas y los demás seres vivos no estarían a su alcance. Tengo la impresión de que los gatos domésticos constituyen, cada día más, un problema serio para la conservación de la biodiversidad en nuestros pueblos: herrerillos, carboneros, goriones, petirrojos y mirlos, caen víctimas de esos gatos lustrosos. Pero también las crías del visón europeo son víctimas de nuestros micifús peripatéticos. Sin embargo sería fácil desactivarlos si sus dueños ejercieran un mínimo control y les colocaran una campanita al cuello. ¿Quién le pone el cascabel al gato? Amén Jesús.
Cuando yo era pequeñito, tenía en casa siempre animales medio heridos en recuperación. Por mi habitación pasaron urracas, mochuelos, larvas de rana, grillos, y lechuzas comunes. Recuerdo especialmente una nidada de lechuzas que había sido descubierta por una bandada de pequeños canallas en los desvanes de la escuela y que estaba siendo utilizada como diana para lanzar a sus tres componentes piedras una vez sacados de su escondrijo y colocados en la barandilla de una escalera. Desde el patio del centro escolar, aquellos pequeños aprendices de pelotón de fusilamiento, incapaces de sentir compasión, disparaban con saña sus piedras a las bolitas de plumón blanco. Entré llorando en el círculo y arrebaté aquellas tres criaturas a sus verdugos. Se salvaron dos. Los alimenté y curé. Pero hacían mucho ruido por las noches y fui requerido para sacarlos al jardín. Atendí la orden a regañadientes y consentí en dejarlos en una gran rama de un árbol que crecía junto a la casa. Una de las crías todavía conservaba su vendaje en una de las alas. Aquella misma noche, un gato mató a las dos. Apenas quedaron más que las venditas manchadas de sangre.
Desde entonces no me gustan los gatos. Salvo, quizás, los leones. Pero no se trata de eso. El hecho cierto es que en algunas colonias de gorriones, por ejemplo, diezman las nidadas porque son hábiles para escalar hasta ellas. A los nidos de jilguero, de los laureles junto a la leñera, había que protegerlos con piezas de lata como las que se instalan en las estachas de los barcos para que no suban las ratas desde tierra, y evitar de esa manera su saqueo.
Evidentemente, yo no digo que los gatos sean malos. Es absurdamente patético utilizar juicios morales en la Naturaleza. Simplemente son unas eficaces máquinas de matar animales mucho más escasos que ellos. En su mayoría tienen dueño. Porque añado, que la mayoría de esos gatos domésticos depredadores son lustrosos gatos "cocineros" que abandonan momentáneamente el calor de las cocinas y las "glorias" rurales para darse un garbeo y tomar unos pajarillos de aperitivo. Esos gatos tienen nombre y apellidos. Tienen amos devotos que les ponen escudillas con latas de carne. ¿No podrían estas personas, amantes de los animales, ponerle un cascabel al gato? He oído que gracias al sonido del cascabel serían detectados por sus víctimas, que de esta manera dejarían de serlo. Así, ellos seguirían felices comiendo wiskas y los demás seres vivos no estarían a su alcance. Tengo la impresión de que los gatos domésticos constituyen, cada día más, un problema serio para la conservación de la biodiversidad en nuestros pueblos: herrerillos, carboneros, goriones, petirrojos y mirlos, caen víctimas de esos gatos lustrosos. Pero también las crías del visón europeo son víctimas de nuestros micifús peripatéticos. Sin embargo sería fácil desactivarlos si sus dueños ejercieran un mínimo control y les colocaran una campanita al cuello. ¿Quién le pone el cascabel al gato? Amén Jesús.
cho igual tengo a un nene asii y son lo mas bonito che jajajaj saluditos
ResponderEliminarSi sigo tu razonamiento, digo, el motivo por el que no te gustan los gatos, tendría que llegar a la conclusión de que "no me gustan los seres humanos". Peor especie que la humana, en términos de depredación y daño, no existe ;-) A los gatos se les puede poner cascabel, pero a los seres humanos, que le podemos poner para alertarnos de su peligrosidad?. Muy bellos los gatitos que adornan tu post. :D Saludos!!
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