Este fin de semana otra vez me tocan censos de milanos reales (Milvus milvus) en varias localidades de la comarca burgalesa de La Bureba. Las previsiones meteorológicas anuncian un empeoramiento general del tiempo con nevadas sobre los 500 ms. La Bureba tiene una altitud media por encima de esa cota, por lo que podemos encontrarnos con nieve. En todo caso el tiempo va a ser desapacible. Invernal, pero desapacible. Sin embargo, a pesar de que estos datos demuestran que estamos en invierno, invierno, los milanos reales están ya nerviosos y se mueven y no paran. Entran y salen de los dormideros, levantan el vuelo para posarse enseguida despúes de algún insólito planeo. Tengo la impresión de que empiezan a sentir la llamada del Norte y del cortejo y la reproducción. Dicen las personas de Ciencia que las aves inician sus migraciones dependiendo de las horas de luz solar que hay en sus lugares de invernada. En ese sentido, es cierto que la anochecida se ha retrasado casi una hora en La Bureba, respecto a la hora del ocaso a mediados de diciembre. Pero, ¿qué meteorología pueden encontrar estos milanos viajeros cuando lleguen a sus ambientes de reproducción, allí en las llanuras alemanas? Las noticias de centro Europa son inquietantes: tormentas, celliscas, ventiscas y vendavales mantienen helado el corazón de Europa. Están mucho más congelados por las temperaturas que por la economía, que parece que la tienen calentita. ¡Qué envidia! Es un tópico de gran interés el estudio de qué desencadena en los individuos migrantes el ansia de ponerse en viake. ¿Es el fotoperiodo? ¿Los ritmos circadianos? ¿El hipotálamo, excitado por la mayor radiación solar? El problema viene cuando, una vez puesta la máquina en marcha, la meteorología no lo sabe todavía, y no mejora el tiempo en las zonas de llegada. Esperas, retasos, marchas hacia adelante y hacia atrás. Poner toda la máquina en marcha total para nada. Es duro ser pájaro.
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