Resulta que el lobo "cruel" es un ser amantísimo de los suyos, protector incondicional de los débiles y las hembras de su especie. El lobo "traicionero" es un animal de lealtad monolítica, capaz de morir por fidelidad a su jefe. El lobo "asesino" es un cazador que no tiene más remedio que matar para comer, pero detesta la violencia y obedece ciegamente a unos signos inhibitorios que evitan, en su especie, la guerra fratricida.
La persecución implacable de que el lobo ha sido objeto, tiene una explicación muy sencilla. El lobo roba al hombre su carne y éste tiene derecho a defenderla. El pastor y el campesino tratan de expulsar por todos los medios de su territorio al competidor.
Pero, por encima de esta guerra territorial, frecuente entre otras especies animales, hay un odio mítico, desproporcionado, que ha hecho del lobo el blanco de todas las lacras humanas: la crueldad, la traición, la vileza... FRF, 1967.
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