Ayer el grito de "¡ballena a la vista!", que lanzaban los balleneros antes de iniciar la persecución y caza de los cetáceos perdió completamente su carácter siniestro y se convirtió en una fiesta. No hace tanto tiempo (la última factoría dedicada a la caza de ballenas en el Estrecho, instalada en la ensenada de Getares en Algeciras, cerró definitivamente sus puertas en el año 1964), ese grito conmovía hasta a las peñas de la costa y sus consecuencias llevaron a las ballenas al borde de la extinción. Pero ayer éramos un numeroso grupo familiar el que salió animoso y feliz desde Tarifa a ver ballenas y delfines en son de paz por las aguas del Estrecho. Navegamos en el velero Aroha Raji, de un sólo palo, de la empresa Turmares. Eran las 17:15 cuando enfilamos la bocana del puerto. El sol estaba en todo lo alto, con África a un lado y Europa al otro. La costa africana se encontraba semi velada por un cendal de bruma. Apenas se distinguía el Djebel Musa cuando comenzamos la travesía. Rápidamente cruzamos el estrecho y al avistar el puerto nuevo de Tánger ya se había despejado completamente el cielo y el sol rielaba desde el oeste del canal. A ambos lados pasaban rápidamente gigantescos cargueros como inmensos trenes imparables. Pero nuestro objetivo no era Tánger, ni cruzarnos en los "carriles" de los cargueros, sino dedicar unas cuantas horas a escudriñar las límpidas aguas del estrecho en busca de cetáceos. En estas aguas habitan de manera estable cuadro especies diferentes de mamíferos marinos y son visitadas estacionalmente por otras tres. Por ello, esperábamos ver especímenes de alguna especie de delfín y calderones, pero, secretamente alimentábamos la esperanza de encontrarnos con algún cachalote, alguna orca o algún rorcual común (la segunda ballena más grande del mundo). Nuestras esperanzas se vieron colmadas cuando, después de aproximadamente una hora de navegación avistamos los primeros cuatro calderones comunes (Globicephala melas) al poco de ver algunos saltos espectaculares de atunes. Enseguida fuimos rodeados por un gran grupo de delfines mulares (Tursiops truncatus) (el más común de los delfines, el Flipper de las series de de televisión). Navegamos con ellos durante un buen rato, son enormes. A mi sobrino Pablo, que navegaba con las piernas colgando a ras del agua desde la proa, llegaron a rozarle los pies. Vimos algunos ejemplares de delfines comunes (Delphinus delphis). La emoción es indescriptible porque esos animales son libres, están ahí porque quieren, pero no son un parque temático, van, vienen, cazan, nadan libremente día tras día, mes tras mes, de día y de noche. Nadie los ha puesto ahí para nosotros. Al poco nos vimos rodeados de una verdadera multitud de calderones comunes. Contamos setenta y tres, pero está claro que había más de un centenar. Ejemplares grandes, pequeños, hembras con su cría, grupos familiares o ejemplares solitarios atravesaban una y otra vez la estela del balandro y tanto a babor como a estribor sus filas se perdían hasta confundirse con las olas del mar. Fue un momento mágico. Pero nosotros no podíamos más. El mareo había asaltado a varios de los miembros de la tripulación y era preciso regresar. Enfilamos la costa española y, navegando exclusivamente a vela, y abrigados pues el calor del día había sido sustituido por un frescor marino húmedo al ir cayendo la tarde, buscamos el refugio del puerto de Tarifa. Un verdadero espectáculo. Magnífico, gratificante. Un grupo familiar de calderones comunes.
martes, 24 de agosto de 2010
¡Ballena a la vista! Avistando cetáceos en el Estrecho de Gibraltar.
Etiquetas:
Aroha Raji,
calderón común,
cetáceos,
delfín mular,
Djebel Musa,
Tarifa,
Turmares
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario