Son las ocho de la mañana. El sol alumbra ya desde hace un rato y frente al embarcadero de las piraguas los pelícanos, las jacanas africanas, los cormoranes y todo tipo de ardeidas se afanan intensamente en cebarse para el largo día. Los pelícanos realizan sus actuaciones de pesca cooperativa, sumergen sus cabezas rítimicamente y enseñan sus traseros a los pocos visitantes que nos preparamos para embarcar. Los cormoranes se sumergen enteros una y otra vez mientras algunos extienden sus alas a los primeros rayos del sol para secárselas. El viento es muy suave y trae olor a flores.
A la derecha una garceta dimorfa llama nuestra atención. Al fondo divisamos una cigüeña negra. El río bulle de vida. A la izquierda un grupo de espátulas europeas filtra nerviosamente el agua, con ellas una espátula africana de frente y patas rojas. De pronto algo llama nuestra atención hacia las patas de las espátulas. ¡Están todas anilladas! Una lleva anilla de plástico con letras y números, otra lleva tres arandelas de colores en la pata derecha y dos anillas en la izquierda. La de más allá lleva en la pata izquierda una arandela con letras y números y en la derecha otras tres arandelas de colores... La magia de lo natural se rompe en mil pedazos. El África salvaje está clasificada y ordenada como los estantes de un supermercado. No sé si me gusta.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario