lunes, 26 de abril de 2010
Avistamientos de aves en la jornada práctica del cursillo de herpetofauna anfibios.
Mientras mirábamos al suelo para descubrir ranitas pardas entre la hojarasca, las llamadas permanentes de los pájaros desde las ramas de los árboles y las sombras fugaces que recorrían la bóveda del bosque reclamaban nuestra atención insistentemente. Es lo que tiene ser ornitólogo, no puedes mirar al suelo. Sin embargo tuvimos que aunar ambas acciones porque queríamos ver anuros y urodelos, pero tampoco queríamos perder la oportunidad de observar aves forestales. El bosque por el que caminábamos es un bosque de robles, mayoritariamente, con sotobosque de zarzamora, acebo y espino albar sobre un sustrato herbáceo con gran cobertura de hojarasca seca. El suelo es calizo, si bien hay algunas afloraciones de cantos de arenisca, no sé si depósitos aluviales o si de origen antrópico. En todo caso, algunas zonas del bosque están encharcadas y todo él está muy húmedo; tanto que hay algunos rodales hayas de buen tamaño. La propiedad del bosque y las lagunas es comunal. Entre las aves más especiales que vimos podemos citar al carbonero palustre (Parus palustris), se agitaba entre las ramilas y hojas de los arbustos buscando insectos y semillas. Su caperuza negra y su corbata lo hacen inconfundible. Su área de distribución en España se limita a la cornisa cantábrica. Poco después vimos a un herrerillo capuchino (Parus cristatus). Inconfundible con su cresta se posaba en lo más alto de los árboles rebuscando entre las ramas más elevadas. Además vimos un grupo de bisbita arbóreo (Anthus trivialis) persiguiéndose. Supongo que, además de buscar alimento, estaban en cortejo. Herrerillos comunes (Parus caeruleus, de momento) y carboneros comunes (Parus major) nos acompañaron durante toda la jornada. 801811
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