Cuando todo alrededor se desmorona. Cuando la apetencia europea de biodiesel está acusando la deforestación de enormes superficies de selvas tropicales en África, Asia y Sudamérica. Cuando la demanda de IKEA de aceite de palma para fabricar sus glamurosas velas está provocando la desaparición de selvas en Indonesia y con ellas la desaparición del orangután en libertad. Cuando la demanda energética hace que se consuman tales cantidades de combustibles fósiles que, de una manera catastrófica, se está afectando al clima mundial. Cuando todos los países reunidos en la Cumbre del Planeta en Río de Janeiro no han sido capaces de cumplir los objetivos 2010 de conservación de la biodiversidad ¿De verdad crees que sirve para algo el colaborar en un estudio sobre los Milanos reales (Milvus milvus) (en la fotografía) en la comarca burgalesa de la Bureba (España)? Bueno, pues creo que sí. Hay cuatro argumentos que a mí me sirven, y yo creo que habrá otros muchos argumentos si cada uno se pone a pensar en lo que a él o ella le motiva. En primer no estoy sólo. Somos un grupo de personas que, aunque no nos conocemos entre nosotros, sabemos que compartimos un enorme respeto por el medio ambiente. En consecuencia nunca realizaremos acciones o prácticas contrarias a su buena salud. De la misma manera, actuaremos como pequeños núcleos de levadura en el seno de otros grupos, familiares, de tiempo libre, deportivos, educativos, políticos, culturales, etc. y, gracias a ello, se acabará imponendo una perspectiva de respeto medioambiental en muchas de las acciones sociales en las que participamos.
En segundo lugar nos reputamos herederos de la ya vieja tradición de los científicos de campo. La paciente labor de observación de campo de centenares de personas durante centenares de años ha permitido evidentes avances en las ciencias en general y en la ciencia de la biología de la conservación en particular. La divulgación de estas investigaciones ha permitido que cientos de personas que nunca se habían preocupado por el bienestar de los seres vivos que son nuestros compañeros de viaje en la nave espacial a la que llamamos Tierra, se conviertan en expertos en pájaros, rapaces, zorros, lobos, jabalíes, etc. Cuando salen al campo las huellas les hablan; y plantas y animales, al ser reconocidos, se abren y florecen como las páginas de un libro cuando se sabe leerlo. Además los científicos de campo, cuyo patrón es San Charles Darwin, saben que el resultado de sus miles de pacientes observaciones puede acabar fructificando en una nueva teoría universal. En tercer lugar, la presencia de paseantes y de naturalistas en el campo tiene la virtud de impedir que éste sea cerrado y se abra sólo para quienes tienen intereses de explotación del mismo. El campo abierto tiene una dimensión social que hará llegar a las instituciones puntos de vista de respeto y conservación altruista tan válidos, por lo menos, como los intereses pecuniarios si bien de una calidad moral superior. Abandonemos, aunque sólo sea temporalmente, las ciudades y sintámonos parte de la Naturaleza. Compartamos con las personas del mundo rural nuestras inquietudes y aprovechemos su experiencia para mejorar nuestra forma de vida y la suya. Además, la visión del campo proporcionará la serenidad y el sosiego de un íntimo disfrute a quienes sepan verlo con los ojos abiertos de sus genes salvajes.
En cuarto lugar, no cabe duda de que una observación paciente de la vida y costumbres del milano real permitirá la identificación de patrones temporales y espaciales en las mismas, que resultan fundamentales para el diseño de políticas de conservación. De esta manera, una especie que durante docenas de años ha sigo perseguida, y premiada su captura, verá abrirse ante ella el horizonte luminoso de la esperanza de su conservación. El que los observadores seamos personas de todo origen y condición va abriendo la puerta a que los verdaderos guardianes del territorio, los verdaderos responsables del bienestar de nuestros compañeros de viaje animal seamos personas normales o, por mejor decir, seamos todos, sin reservar la responsabilidad de la conservación a castas de especialistas.
Quizás todos esto podría resumirse en el conocido aforismo "piensa globalmente, actúa localmente". No te dejes aplastar por los grandes problemas ambientales. Tengo la impresión de que las mejoras que tú consigas en tu entorno inmediato o con tus limitados recursos constituirán, sin duda ninguna, parte de la solución.
En segundo lugar nos reputamos herederos de la ya vieja tradición de los científicos de campo. La paciente labor de observación de campo de centenares de personas durante centenares de años ha permitido evidentes avances en las ciencias en general y en la ciencia de la biología de la conservación en particular. La divulgación de estas investigaciones ha permitido que cientos de personas que nunca se habían preocupado por el bienestar de los seres vivos que son nuestros compañeros de viaje en la nave espacial a la que llamamos Tierra, se conviertan en expertos en pájaros, rapaces, zorros, lobos, jabalíes, etc. Cuando salen al campo las huellas les hablan; y plantas y animales, al ser reconocidos, se abren y florecen como las páginas de un libro cuando se sabe leerlo. Además los científicos de campo, cuyo patrón es San Charles Darwin, saben que el resultado de sus miles de pacientes observaciones puede acabar fructificando en una nueva teoría universal. En tercer lugar, la presencia de paseantes y de naturalistas en el campo tiene la virtud de impedir que éste sea cerrado y se abra sólo para quienes tienen intereses de explotación del mismo. El campo abierto tiene una dimensión social que hará llegar a las instituciones puntos de vista de respeto y conservación altruista tan válidos, por lo menos, como los intereses pecuniarios si bien de una calidad moral superior. Abandonemos, aunque sólo sea temporalmente, las ciudades y sintámonos parte de la Naturaleza. Compartamos con las personas del mundo rural nuestras inquietudes y aprovechemos su experiencia para mejorar nuestra forma de vida y la suya. Además, la visión del campo proporcionará la serenidad y el sosiego de un íntimo disfrute a quienes sepan verlo con los ojos abiertos de sus genes salvajes.
En cuarto lugar, no cabe duda de que una observación paciente de la vida y costumbres del milano real permitirá la identificación de patrones temporales y espaciales en las mismas, que resultan fundamentales para el diseño de políticas de conservación. De esta manera, una especie que durante docenas de años ha sigo perseguida, y premiada su captura, verá abrirse ante ella el horizonte luminoso de la esperanza de su conservación. El que los observadores seamos personas de todo origen y condición va abriendo la puerta a que los verdaderos guardianes del territorio, los verdaderos responsables del bienestar de nuestros compañeros de viaje animal seamos personas normales o, por mejor decir, seamos todos, sin reservar la responsabilidad de la conservación a castas de especialistas.
Quizás todos esto podría resumirse en el conocido aforismo "piensa globalmente, actúa localmente". No te dejes aplastar por los grandes problemas ambientales. Tengo la impresión de que las mejoras que tú consigas en tu entorno inmediato o con tus limitados recursos constituirán, sin duda ninguna, parte de la solución.
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