He tenido la suerte de que me hayan aceptado como colaborador voluntario para la realización de varios proyectos de ornitología burgalesa. Paso muchos fines de semana por el norte de la provincia de Burgos (España) y suelo ir a un apartamento en Fresno de Río Tirón (Burgos). Saliendo, saliendo y saliendo para desarrollar proyectos ornitológicos en la zona por mi cuenta, llegué a la conclusión de que era mucho mejor, para los objetivos que me planteo de biología de la conservación, colaborar con grupos ya constituidos. Ayer hice mi primera salida dentro de uno de los proyectos que tengo asignados. La tarde era perfecta (sí la la del día 14 de diciembre ¿no te acuerdas?), lucía un sol bajo pero muy brillante. No soplaba el viento, pero el frío era notable. Una vez que se puso el sol bajaron las temperaturas hasta la frontera de los cero grados. El cielo estaba despejado. Una vez fijado el lugar de acuerdo a las coordenadas UTM que me habían sido entregadas, me dispuse a pasar la tarde en observación. En los chopos frente a mi observatorio se dejó ver un pico picapinos (Dendrocopos major). Buscaba agitado entre las más altas ramas de un chopo seco, y le brillaba al sol el rojo intenso de su área cloacal. Sobre el valle volaban dos milanos reales (Milvus milvus). En los árboles en los que deberían haberse posado las aves objeto de mis desvelos, se peleaban dos busardos ratoneros (Buteo buteo) cuyos chillidos se podían oir perfectamente a pesar de que una pala excavadora, cargando grano en dos camiones enormes, ocupaba todo el espacio sonoro del valle con su estruendo. Me parece que fue lo que hizo que las aves a las que yo esperaba no hicieron acto de presencia. Los propios busardos estaban muy nerviosos y miraban a un lado y a otro inquietos. El atardecer fue llegando poco a poco. A las seis se marcharon camiones y pala y la tranquilidad envolvió al vallecillo. El cielo, raso, la luna, en cuarto creciente. A lo lejos, el horizonte fue pasando de naranja a cárdeno rosado y gris. Se acabó el día. Tuve que marcharme cuando estaba ya demasiado oscuro para poder ver bien; serían las seis de la tarde. Había pasado tres o cuatro horas maravillosas. Cuando volvía hacia casa, corriendo por la autopista AP-1, rodeado de camiones tremendos y adelantado por coches de conductores encorbatados y muy serios, que venían de resolver importantes problemas financieros, probablemente, tenía la impresión de que yo era un privilegiado; frente a estas personas que iban hacia sus casas atareados, ajetrados, estresados, yo iba tranquilamente a casa después de haber pasado una hermosa tarde en el campo. Ya ves.
miércoles, 15 de diciembre de 2010
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