Huele a estiércol.
El leve calor del sol aviva los olores.
El brillo de su luz,
aunque velada,
da nueva vida a los prados.
Allí, abajo, la bruma trae
el recuerdo de la mar lejana.
Hace mucho tiempo
que no se oye
el ruido de las ruedas de las carretas.
Desaparecieron las carretas,
desaparecieron los carreteros.
Un día, un año.
En el aire parece que suena una campana.
Lejos, leve, cantarina, más bien
soñada.
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