El domingo por la mañana anillamos dos o tres ruiseñores. Preciosos, con ese color ante rojizo de la espalda, y esa cola larga y también rojiza. Pero el pico sigue sin parecerme notable por su tamaño. Puede que sea el más grande de los "luscinias", pero tanto como para dar el nombre a toda una especie... Sobre todo cuando en el ruiseñor hay tantas otras cosas que pueden llamar la atención y caracterizar al ave. ¿En qué estaría pensando quien les puso el nombre científico? Vuela fenomenal, vive oculto en la enramada, su capa de color cuero rojizo es notable, su larga cola, y su canto; esa voz de tenor, vibrante, oscura, limpia que suena en las noches y en los amaneceres en los matorrales del soto. Luscinia Pavarotti, debería llamarse.
A pesar del día difícil, hubo un momento mágico cuando sonó, una y otra vez, la voz de barítono del macho de la oropéndola (Oriolus oriolus). Parece el silbido un poco malintencionado de un joven rijoso; o de un albañil llamando, desde un andamio, la atención de una chica. En todo caso, entre las luces y sombras del interior del bosque, que provocan ese aire encantado, su canto es como una llamarada de sol. Como su color; volaba alto entre las copas, pero atendió a nuestro reclamo improvisado y se acercó. Nos echó una mirada desdeñosa ( a saber lo que le estaba diciendo mi compañero al imitar su canto mediante silbidos) y se alejó volando, brillante, amarillo, como un trozo de luz desgajado del cielo.
lunes, 10 de mayo de 2010
Luscinia megarhynchos y oriolus oriolus.
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