Mi Código de la Circulación por la carretera de la vida.

"Yo soy solo uno. Puedo hacer solo lo que uno puede hacer; pero lo que uno puede hacer, yo lo hago" (John Seymour, 1914-2004). //La sinceridad está sobrevalorada.// Antes de hablar ten claro que las palabras sean más oportunas que el silencio.// No discutas nunca con un imbécil. Te obligará a rebajarte a su nivel y te ganará por experiencia.// ¡Cuántas veces no se pretende sólo derrotar al contrario, sino más bien hundirle tanto en lo profesional como en lo personal!// ¿Quieres ser feliz un instante (o dos)? ¡Véngate! ¿Quieres ser feliz para siempre? ¡Perdona!// Cuanto más pequeño es un corazón, más rencor alberga.// No juzgues. Todas las personas te pueden sorprender si les das la oportunidad.// Tú sigue adelante, si alguien quiere ir contigo, que tire también.// No mires mucho alrededor, sigue adelante pues como dijo no sé quién: "es preferible pedir disculpas a pedir perdón".// No es posible caer bien a todo el mundo. Hagas lo que hagas unos te querrán y otros te aborrecerán. Es inevitable.// El ser humano forma parte de la Naturaleza y es un ser vivo como los demás (árboles, zorros, libélulas, bacterias) por lo que está sometido a los mismos procesos vitales.// Las religiones son el principal enemigo de la salud mental.// Si soy normal, y hago esto y lo otro, seguro que todas las demás personas harán lo mismo o cosas parecidas.

lunes, 31 de enero de 2011

Un entierro en Fresno de Río Tirón (Burgos). Un momento mágico.


Ha fallecido en la localidad burgalesa de Fresno de Río Tirón un hombre bueno. Una persona conocida y querida de todos. El viernes 28 de enero fueron sus funerales. La ermita, que suple como lugar de culto a la vieja, grande y ruinosa iglesia parroquial, no daba abasto. Las cocheras y lonjas próximas al templo se abrieron para resguardar un poco a aquellos amigos golpeados por la lluvia y por la desgracia. Nadie quería perderse el estar allí y poder testimoniar a la familia su sentimiento por la pérdida del padre. Hombre muy conocido en toda la zona, reunió en su despedida a vecinos de todos los pueblos de los alrededores. Cuando se inició el funeral, a eso de las cinco de la tarde, hacía ya un buen rato que los milanos reales (Milvus milvus) se iban encaminando hacia sus dormideros en los sotos del río Tirón. Este año se están juntando alli diariamente varias decenas, hasta un centenar. Algunos volaron sobre la ermita. La conducción recorrió toda la calle principal, desde la ermita hasta el cementerio. En ese recorrido sólo se oían ruidos humanos, lo que más se podía oir era el cuchicheo anhelante de unos y otros, y los apagados saludos que se dirigían los que aquella tarde, con ese motivo, se encontraban después de muchos meses. Ocupaba el espacio el sordo resonar de los pasos sobre el pavimento mojado. Al llegar al cementerio se fue haciendo el silencio. Nos juntamos allí un par de centenares de personas. Tras del responso, el silencio se fue espesando. El cielo estaba extrañamente gris, pero todavía no había oscurecido. De pronto, en el cielo, a pocos metros sobre nuestras cabezas, una pareja de milanos reales, revoloteaba como despidiéndose buscando acomodarse en los chopos que flanquean el cementerio. Parecían cruces negras por el cielo. Al mismo tiempo que un coro de voces femeninas comenzó a cantar "La vida no es el final", los milanos empezaron a lanzar sus largos silbidos; en aquel silencio resonaron de una manera estruendosa. Bajo el cielo oscurecido del ocaso, los prolongados reclamos de los milanos hacían el contrapunto de las voces femeninas. Enseguida comenzaron a restallar las paletadas de tierra mojada cayendo sobre el ataúd. El silencio se convirtió en cristal. El conjunto era luminoso, de una enorme plasticidad. De una increíble belleza. En el cielo las nubes oscuras eran arrastradas por un viento helado. En un segundo pensé: la naturaleza reclama lo que es suyo. Me dije "¡qué frío!", y recordé al poeta "¡qué solos se quedan los muertos!". El cielo de tormenta se cerró, el coro finalizó su canción y los milanos se retiraron a sus dormideros. Un instante mágico. El sonido de las conversaciones ocupó pronto todo el espacio. La magia se esfumó pero, para el que supo verlo, el momento tuvo algo de sobrenatural. Un consuelo para la familia.

Censando milanos reales (Milvus milvus) en la Bureba (Spain).

Como dije en una entrada del viernes, el fin de semana prometía nieve en La Bureba, comarca española de la provincia de Burgos en la que estoy colaborando con un censo de milanos reales (Milvus milvus) invernantes. El sábado por la tarde nos acercamos hasta los contrafuertes del Páramo de Masa y allí, en una choperita de cuarenta árboles, se estaba formando un dormidero de milanos. Increíble. Espectacular. No eran más de cuarenta árboles, y la mayoría eran árboles jóvenes aunque había unos pocos ejemplares de árboles viejos. Los viejos tenían ramas secas, agujeradas por los pájaros carpinteros pico picapinos (Dendrocopos major). Los jóvenes mucha enramada, amplias copas. No nevaba, aunque caía mucha agua y hacía frío. Llovía de una forma intermitente con algunos chaparrones intensos. Allí esperaban los milanos la caída de la noche. Los primeros que llegaron se instalaron en el árbol más alto y de más densa copa de la chopera. El que luego iba a ser el dormidero. Los demás pájaros llegaban y se instalaban al norte, en la misma chopera pero en árboles menos corpulentos.
En los alrededores, manchas bien delimitadas de encinas (Quercus ilex rotundifolia). Supongo que será relictas de los grandes bosques que debieron cubrir la zona. Hay bosquetes bastante regulares de superficie. Pero los milanos reales prefieren los chopos (Populus nigra), no me preguntes por qué. Las encinas estaban ocupadas por docenas de urracas (Pica pica). Los milanos se fueron instalando, bajo la lluvia. Por supuesto aparecieron las habituales cornejas (Corvus corone). Les hicieron algunos picados, pero los milanos no se inmutaron. Se instalaron en las ramas próximas, pero al poco se fueron retirando.

Los milanos fueron abandonando los árboles periféricos y se fueron concentrando en el árbol más copudo, que además era central en la chopera. Fue cayendo la noche y allí los dejamos, bajo una suave pero continua lluvia. Era un espectáculo de mansedumbre. Soportaban con total naturalidad los chaparrones. Entretanto, las cornejas habían desaparecidos. Entre las ramas de los árboles sólo se recortaban las siluetas inmóviles de los milanos.


El domingo por la tarde fuimos a un entorno mucho más urbano. Las choperas próximas al núcleo urbano de una localidad burgalesa bordean al río que recorre todo el valle. Hay cuatro o cinco kilómetros lineales de chopera. Pero aquí, contrariamente al lugar del sábado, los milanos no ocupaban los rodales más jóvenes, sino los más viejos. Un pequeño grupo de una docena de chopos, de cortezas cubiertas de hiedra y de largas ramas cubiertas de restos de follaje, viejos, clavados a un suelo casi inundado, entre el río y un canal, reúne la totalidad de los milanos que duermen por la zona.



Por aquí no andaban ni las cornejas ni las urracas, el viento del norte silbaba con insistencia y la nieve en forma de cellisca nos dificultaba la visión. Los milanos no acudieron a la cita. Enseguida se oscureció tanto que no se veían ni las ramas de los árboles próximos. Dejamos el bosque, envuelto en nubes de nieve. Tengo la impresión de que nos queda invierno para rato, pero el tener una disculpa para pasar los atardeceres en el campo es fantástico. A lo mejor, de no mediar esa disculpa estaría más a gusto en casa con las zapatillas y una buena calefacción. Pero entonces no vería a los milanos reales como hermanos.




viernes, 28 de enero de 2011

Los gatos domésticos, un problema para la biodiversidad.

La capacidad cazadora que adorna a los gatos domésticos los ha convertido en grandes depredadores que asolan los alrededores de las pequeñas y grandes localidades de nuestro entorno. Pájaros, roedores, crías de mamíferos, anfibios, reptiles, nada escapa a su interés y nada escapa a sus finas garras. Estas semanas de invierno en las que recorro bastantes "fronteras" entre lo doméstico y lo natural, entre lo urbano y lo silvestre, por los pueblos del norte de España, encuentro, en todas las ocasiones, gatos sueltos que patrullan por estos territorios. Grandes y pequeños, blancos y negros, son gatos domésticos generalmente bien alimentados que recorren las lindes para echarse un aperitivo natural a las fauces. También los veo asilvestrados, pero éstos están mucho más delgados y son muy cautelosos, caminando entre las sombras para no dejarse ver. Unos y otros atacan a todo lo que se mueve y lo matan. Son muy buenos, apenas fallan en sus ataques emboscados.
Cuando yo era pequeñito, tenía en casa siempre animales medio heridos en recuperación. Por mi habitación pasaron urracas, mochuelos, larvas de rana, grillos, y lechuzas comunes. Recuerdo especialmente una nidada de lechuzas que había sido descubierta por una bandada de pequeños canallas en los desvanes de la escuela y que estaba siendo utilizada como diana para lanzar a sus tres componentes piedras una vez sacados de su escondrijo y colocados en la barandilla de una escalera. Desde el patio del centro escolar, aquellos pequeños aprendices de pelotón de fusilamiento, incapaces de sentir compasión, disparaban con saña sus piedras a las bolitas de plumón blanco. Entré llorando en el círculo y arrebaté aquellas tres criaturas a sus verdugos. Se salvaron dos. Los alimenté y curé. Pero hacían mucho ruido por las noches y fui requerido para sacarlos al jardín. Atendí la orden a regañadientes y consentí en dejarlos en una gran rama de un árbol que crecía junto a la casa. Una de las crías todavía conservaba su vendaje en una de las alas. Aquella misma noche, un gato mató a las dos. Apenas quedaron más que las venditas manchadas de sangre.

Desde entonces no me gustan los gatos. Salvo, quizás, los leones. Pero no se trata de eso. El hecho cierto es que en algunas colonias de gorriones, por ejemplo, diezman las nidadas porque son hábiles para escalar hasta ellas. A los nidos de jilguero, de los laureles junto a la leñera, había que protegerlos con piezas de lata como las que se instalan en las estachas de los barcos para que no suban las ratas desde tierra, y evitar de esa manera su saqueo.


Evidentemente, yo no digo que los gatos sean malos. Es absurdamente patético utilizar juicios morales en la Naturaleza. Simplemente son unas eficaces máquinas de matar animales mucho más escasos que ellos. En su mayoría tienen dueño. Porque añado, que la mayoría de esos gatos domésticos depredadores son lustrosos gatos "cocineros" que abandonan momentáneamente el calor de las cocinas y las "glorias" rurales para darse un garbeo y tomar unos pajarillos de aperitivo. Esos gatos tienen nombre y apellidos. Tienen amos devotos que les ponen escudillas con latas de carne. ¿No podrían estas personas, amantes de los animales, ponerle un cascabel al gato? He oído que gracias al sonido del cascabel serían detectados por sus víctimas, que de esta manera dejarían de serlo. Así, ellos seguirían felices comiendo wiskas y los demás seres vivos no estarían a su alcance. Tengo la impresión de que los gatos domésticos constituyen, cada día más, un problema serio para la conservación de la biodiversidad en nuestros pueblos: herrerillos, carboneros, goriones, petirrojos y mirlos, caen víctimas de esos gatos lustrosos. Pero también las crías del visón europeo son víctimas de nuestros micifús peripatéticos. Sin embargo sería fácil desactivarlos si sus dueños ejercieran un mínimo control y les colocaran una campanita al cuello. ¿Quién le pone el cascabel al gato? Amén Jesús.

Nuevo fin de semana de censos Milanos reales en la Bureba.

Este fin de semana otra vez me tocan censos de milanos reales (Milvus milvus) en varias localidades de la comarca burgalesa de La Bureba. Las previsiones meteorológicas anuncian un empeoramiento general del tiempo con nevadas sobre los 500 ms. La Bureba tiene una altitud media por encima de esa cota, por lo que podemos encontrarnos con nieve. En todo caso el tiempo va a ser desapacible. Invernal, pero desapacible. Sin embargo, a pesar de que estos datos demuestran que estamos en invierno, invierno, los milanos reales están ya nerviosos y se mueven y no paran. Entran y salen de los dormideros, levantan el vuelo para posarse enseguida despúes de algún insólito planeo. Tengo la impresión de que empiezan a sentir la llamada del Norte y del cortejo y la reproducción. Dicen las personas de Ciencia que las aves inician sus migraciones dependiendo de las horas de luz solar que hay en sus lugares de invernada. En ese sentido, es cierto que la anochecida se ha retrasado casi una hora en La Bureba, respecto a la hora del ocaso a mediados de diciembre. Pero, ¿qué meteorología pueden encontrar estos milanos viajeros cuando lleguen a sus ambientes de reproducción, allí en las llanuras alemanas? Las noticias de centro Europa son inquietantes: tormentas, celliscas, ventiscas y vendavales mantienen helado el corazón de Europa. Están mucho más congelados por las temperaturas que por la economía, que parece que la tienen calentita. ¡Qué envidia! Es un tópico de gran interés el estudio de qué desencadena en los individuos migrantes el ansia de ponerse en viake. ¿Es el fotoperiodo? ¿Los ritmos circadianos? ¿El hipotálamo, excitado por la mayor radiación solar? El problema viene cuando, una vez puesta la máquina en marcha, la meteorología no lo sabe todavía, y no mejora el tiempo en las zonas de llegada. Esperas, retasos, marchas hacia adelante y hacia atrás. Poner toda la máquina en marcha total para nada. Es duro ser pájaro.

jueves, 27 de enero de 2011

Estamos de enhorabuena.

Ayer por la tarde pasamos de las 10.000 visitas. Las primeras 10.00o visitas a este blog. Ya sé que Lady Gagá, cuando colgó en YouTube su vídeo de la cárcel con Beyoncé, tuvo 15.000.000 de visitas en un día. ¡Hala qué exagerada! ¡Ya me gustaría a mí! Pero ella enseñaba cacho. Aquí lo hemos conseguido a pelo. En este blog no aparecen desnudos más que los animales. Vertebrados o invertebrados da igual, todos aparecen desnudos. El resto, si aparecemos, aparecemos vestiditos. Aunque la verdad, a lo mejor tenemos más éxito así que desnudándonos. No se sabe. No somos Beyoncé, ni Lady Gagá, eso hay que reconocerlo. Bueno, muchas gracias a todos y a por otros 10.000. Desde la punta de un árbol con agradecimiento, ¡va por ustedes!

Estamos de cumpleaños.

Hola, buenas. Este mes de enero 2011 hemos cumplido un añito como blog. Pajareando se ha consolidado, consiguiendo una media de alrededor de setenta visitas diarias. Gracias a todas y todos los visitantes. A mi me gustaría que hubiera más participación de los visitantes y que dejárais comentarios, pero qué le vamos a hacer. Aquí seguiremos aportando lo que podamos. Echando una mirada hacia atrás, podemos observar como Pajareando ha hecho honor a su nombre y hemos ido pasando de un tema a otro. Pero no es menos cietrto que siempre han sido temas relacionados con la Naturaleza. Y desde luego, a lo que hemos sido absolutamente fieles, ha sido al subtítulo "Impresiones de un naturalista aficionado". Poco a poco ha ido quedando claro que aquí no hay lugar para la censura ni para los excesos técnicos. Este es un blog de "impresiones"; en el que se recogen las sensaciones que producen las visitas al campo, el trabajo científico, el calor de la amistad, las grandes Conferencias internacionales... Todo ello produce sensaciones: de alegría, de entusiasmo, de tranquilidad, de serenidad... O de cansancio, de aburrimiento, de dejá vu... Aquí se han descrito, lo mejor que se ha podido, impresiones como lo que se siente en una espera en el campo, lo que se experimenta ante un artículo de periódico, la sensación que da ver cetáceos en libertad, ante la luz, el olor de una mañana, etc. Sin dogmatismos, pero desde el reconocimiento de la más pura subjetividad. Son impresiones personales, no dogmas ni verdades universales (si es que las hay). Parece, sin embargo, que hay personas a las que les gusta lo que aquí se dice. Nos siguen. Y eso es de agradecer. El diccionario de sinónimos de ESPASA, presenta "atisbar", "equivocarse", "errar", "fisgar" y "remolonear" como sinónimos de "pajarear". "Remolonear", desde luego que no; pero "fisgar" y "atisbar" entre las causas de la desaparición de la biodiversidad; "fisgar" y "atisbar" en los destrozos que la política de desarrollo estéril y paleto que se sigue en España con las infraestructuras; "atisbar" y "fisgar" para intentar encontrar culpables de la situación y soluciones aunque sean individuales, por supuesto que sí. En todo caso "errar"y "equivocarse" también pueden ser acciones que nos sucedan pues cuando cremos tener razón nos lanzamos enseguida. Este es nuestro compromiso, que ratificamos aquí cuando hace un año de nuestro nacimiento: fisgaremos y atisbaremos sin remolonear, en donde haga falta, tanto en los despachos como en el campo, sin temor a errar y a equivocarnos, por el bien de la Naturaleza. Seguiremos al pie del cañón. Si te interesa la Naturaleza este es tu blog. Mejóralo con tu participación.

lunes, 17 de enero de 2011

¡Ya están las cigüeñas blancas en el nido de la iglesia de Fresno de Río Tirón!








El viernes llegaron. Como si de unos componentes más de la Cuadrilla de los Tiramillas se tratara, el viernes llegó a Freso de Río Tirón una pareja de cigüeñas blancas (Ciconia ciconia). Se instaló en el nido, en la espadaña de la iglesia parroquial y empezaron a acopiar materiales para su restauración. ¿Serán los mismos que se cortejaron allí el año pasado?¿Será una pareja nueva?Hasta el día 3 de febrero no es San Blas, pero esta pareja no ha esperado. El viernes era San Félix, así que el refrán tradicional de "por San Blas, la cigüeña verás" habrá que cambiarlo por un refrán neopopular que diga algo así como "por san Félix, la cigüeña te hará feliz", como queriendo decir que en Enero y por San Félix, la llegada de la cigüeña te hará feliz pues es la precursora de una mejoría del tiempo... Ya veremos; queda mucho invierno por delante: febrerillo el loco, los temporales de nieve de marzo,... Veremos, sí, pero tengo la impresión de que las cigüeñas son los heraldos de la llegada de tiempos más clementes y del reinicio de la vida interrumpida por el invierno oscuro.

Los Milanos reales que pasan el invierno con nosotros

Los Milanos reales (Milvus milvus) que pasan el invierno entre nosotros, parece ser que son de origen alemán. Allá por el mes de febrero volverán a su Alemania natal y abandonarán las generosas tierras de la Bureba que se les han brindado hospitalarias durante lo más duro del invierno teutón. Nos abandonarán y volverán al Norte para entregarse a las tareas propias de la reproducción. Vivir en Alemania parece ser que es duro para estos emigrantes y hay científicos que explican la reducción de efectivos que se aprecia en los sucesivos censos, en la mortalidad que entre ellos causan los parques de aerogeneradores para la produción eólica de energía eléctrica que tachonan Alemania. Seguro que también aportarán a la degollina los aerogeneradores españoles, que empiezan a crecer por doquier. Los dejan partidos por la mitad. Pero no es el único enemigo. En el último viaje que este invierno hice por las carreteras de Castilla y León, entre Burgos, Palencia, Valladolid, Salamanca, Zamora, etc. vi varios cadáveres de aves que habían sido arrolladas por el tráfico.
Más me parecieron de Busardos ratoneros (Buteo buteo) que de Milanos reales, pero parece que algunas de estas aves veleras, que se lanzan sobre la carretera para alimentarse de los cadáveres que el mismo tráfico ha producido y que remontan vuelo como si fueran cometas, acaban siendo desequilibradas por los flujos de aire de coches y camiones y terminan arrolladas sobre el asfalto. Así que no sólo es duro vivir en Alemania sino también en España. Es difícil para las aves, y los animales silvestres en general, vivir en cuaquier parte que deban compartir con el ser humano. Éste raramente acomoda sus formas de vida y costumbres a las de los animales, sino que hace lo que le parece y el que no lo aguante, que desaparezca. Tengo la impresión de que los animales silvestres están permanentemente en el filo de la navaja de la supervivencia. Soportan fríos, lluvias, aguaceros, nevadas. Duermen en altos árboles mecidos, cimbreados y agitados por el viento. Buscan su alimento durante diez horas diarias. Ya es duro sobrevivir en estas condiciones, pero si además, añadimos circunstancias más exigentes, o ponemos trampas y lazos (aunque sean metafóricos) a aves y todo tipo de animales, los astronautas de la nave azul, dentro de poco, iremos sólos o, como mucho, acompañados por pájaros negros que nos recordarán el luto por todas las especies desaparecidas.


Resuelto el misterio de los dormideros de milano real (Milvus milvus) en Fresno de Río Tirón (Burgos).


En las primeras entradas que hice relacionadas con el censo de dormideros de Milano real (Milvus milvus) invernantes en Fresno de Río Tirón (localidad española de la provincia de Burgos en la que a menudo paso temporadas), daba yo unas cifras de 20-21 ejemplares. Cuando fui aceptado en un grupo que, de manera sistemática y con la participación de varias personas, hacen estos censos, me quedé sin aliento pues los datos que daban para el dormidero de Fresno de Río Tirón era por encima de los sesenta e incluso por encima del centenar de ejemplares. No obstante a mí no me correspondió censar ese dormidero Sin embargo, metido en la investigación del contenido de las egagrópilas de Milano real para intentar caracterizar su dieta (investigación cuyos resultados os comunicaré en cuanto la termine), he tenido que profundizar en las zonas de descanso (en las que arrojan la mayoría de las egagrópilas) y me he encontrado con que el dormidero de Fresno de Río Tirón no está constituido por un único núcleo, como yo creía al principio y que era el que yo censaba, sino que está formado por tres o más núcleos a caballo en la frontera de los términos municipales de Fresno de Río Tirón y Belorado. Así pues ha quedado desvelado el misterio. Eran 20 o 21 en el núcleo que yo seguía, pero hay otros dos núcleos por lo menos tan numerosos como el primero. Investigar, mirar, nunca quedar satisfecho; tener la curiosidad de volver a remirar, esa es la clave de la investigación científica.

Nunca segundas partes fueron buenas.

El viernes por la noche volví para censar el dormidero de Milanos reales (Milvus milvus) cuya visita en la tarde de la Nochevieja me produjo impresiones pajareras tan estupendas, que ya te comenté en una Entrada de este blog. Ella accedió a acompañarme. Soplaba un viento fuerte, seco, frío. Del sur. Llegamos a las cinco y media y por allí no había ni sombra viva. Revisamos más de mil metros lineales de chopera y no pudimos ver más que un pico picapinos (Dendrocopos major), tres carboneros (Parus major) y un herrerillo (Cyanistes caeruleus), despeinado por el viento entre las ramas del nogal en el que la tarde del 31 un pico picapinos nos dió un recital de posturitas. Ahora bien, eso sí, bandadas de estorninos (Sturnus sp.), cornejas (Corvus corone) y picazas (Pica pica) pasaron toda la tarde volando apresuradas de árbol en árbol. Más de cien estorninos, ocho urracas y un buen grupo de cornejas, todos vestidos del más riguroso luto, o medio luto, como en el caso de las picarazas, cubrieron de negro las rutas del cielo. Tengo la impresión de que son los únicos pájaros que van a quedar. Oportunistas, eurifagos, resistentes. Sólo se oía el ruido que hacían los vehículos que zumbaban por las carreteras y el carraspeo de las urracas. Aquel ruido de carraca que, de pequeños, imitábamos con media docena de perdigones de plomo agitados en una caja de cerillas. Hay días buenos y días malos, y hoy ha sido un día malo. Frío, las nubes oscuras corriendo por el cielo empujadas muy rápido por un viento del sur seco y frío. Nunca segundas partes fueron buenas, tampoco en la observación de las aves. Y aunque se repita el mismo sitio y la misma hora, a menudo no se repiten las mismas impresiones.

viernes, 14 de enero de 2011

De lobos y caperucitas.

Mi querida amiga Sonia me acaba de pasar un contacto con un periódico que esta mañana publicaba las "impresiones" de un fotógrafo de la Naturaleza que ha conseguido fotografiar una loba en la Sierra Salvada, en Álava. No he sido capaz de traer al blog el link con la página del periódico, así que traigo aquí una de las fotografías de la loba publicadas y me quedo con la impresión que ha producido en mí la lectura del artículo. Dice el fotógrafo Roberto González, de Artziniega, Álava: " Fue una sensación corta pero intensa, seguramente irrepetibler, y tras ver los resultados, por un lado me sentí feliz de haber conseguido registrar, al fin, una especie tan esquiva y, por otro, un tanto preocupado por haberlo hecho de esta forma tan dramática, huyendo del ser humano... Pero ésa es la cruda realidad de nuestros campos. A decir verdad en esta ocasión ocasión tuve una suerte increíblre, pues todo sucedió en menos de una hora. Me había colocado en un lugar con buen campo de visión con la idea de observar algún corzo, jabalí o zorro, cuando de repente y a simple vista, me llamó la atención, a lo lejos, un "bicho" corriendo a gran velocidad. Rápidamente lo enfoqué con mis prismáticos y en ese momento me dio un vuelco el corazón, no había duda, era un lobo que "volaba" como si hubiese visto al diablo. Unos minutos después llegaban un par de cazadores con su perro". La emoción que trasmite al leerlo me ha llegado hasta el fondo. He recordado vívamente la impresión que yo mismo experimenté cuando hace seis o siete años se cruzó en mi camino un lobo, una mañana de domingo en invierno. Bajaba yo a primera hora del Páramo de Masa, en donde había pasado el amanecer observando rapaces, por la localidad burgalesa de Escobados de Abajo, cuando un lobo cruzó la pista forestal por la que iba conduciendo a unos doscientos metros de donde yo estaba. No me cupo la menor duda de que era un lobo. Seguí conduciendo hasta el punto por el que había cruzado la pista, y al llegar allí, el corazón se me paró. El animal se había detenido junto a la pista y, mirándome fijamente, se relamió. Pasó lentamente la lengua por el morro. Es evidente que no me estaba diciendo con ese gesto que me iba a comer, sino que se estaba limpiando el morro de alguna carroña en la que estaba comiendo. Paré el vehículo, y a menos de diez metros, vi como se ponía en marcha otra vez y se perdía entre los matorrales. Temblando, éra tan grande mi dicha, que pensé que tenía que contárselo a alguien porque si no iba a reventar de la emoción. Saqué el móvil y marqué el número de mi hijo, que entonces estaba estudiando en Madrid. "¿Quién es?" preguntó totalmente dormido, pues apenas eran las diez y media de la mañana de un domingo de invierno. "Soy yo -le grité- acabo de ver un lobo!". "Ah, qué bien, -me dijo- me alegro por ti". La línea se interrumpió. Supongo que se dió media vuelta y siguió durmiendo. Mi alegría y emoción fue breve pero intensa. Había visto un lobo libre en la Naturaleza libre. Acabo de recordarlo gracias al link que me ha pasado Sonia. ¡Qué bonita es la libertad!

lunes, 10 de enero de 2011

Pajareando con Enid Blyton I.

Los Reyes Magos (o las Reinas Magas, ¡vaya Ud. a saber!) me han traído este año un volumen que contiene cuatro novelas de Enid Blyton de la Serie Aventura (serie constituida por ocho novelas). Me ha llamado la atención la cantidad de referencias que, en las cuatro novelas que constituyen el volumen, hay a la ornitología, a las aves, a la observación y fotografía de aves, etc. Uno de los jóvenes protagonistas, Jack Trent, el mayor, es un gran aficionado a la observación y fotografía de aves y tiene un loro parlanchín (Kiki) como mascota, pero hay mucho más. Las novelas de esta Serie fueron escritas entre los años 1944 y 1952. Posteriormente han sido modificadas puntualmente, en las sucesivas ediciones, para suavizar algunas de las opiniones de Enid Blyton y adaptarlas a las nuevas convenciones sociales. Sin embargo esta edición del 2010 se ha tomado de las más antiguas españolas, con lo cual siguen apareciendo las opiniones originales de Enid Blyton, que resultan un poco demasiado anticuadas para mi gusto, por ejemplo en cuanto a los roles masculinos y femeninos. En lo demás, me gusta.
En todo caso, lo que es una constante en las cuatro novelas que constituyen el volumen, es la presencia de las aves. Tres de las cuatro se inician a causa de la afición de alguno de los protagonistas a observar aves. En la primera, Aventura en la Isla, se inicia la aventura cuando los protagonistas se empeñan en llegar hasta una isla próxima a la costa para dedicarse a la observación de las aves marinas.

En la segunda, Aventura en el Castillo, toda la peripecia se desenvuelve a causa del deseo de uno de los protagonistas de fotografiar un nido de águila real en el que se encuentra un pollo volandero a punto de abandonarlo.


En Aventura en el mar, todo el viaje tiene como objetivo el realizar una expedición para el estudio y fotografía de aves marinas como los frailecillos, cormoranes, alcatraces, gaviotas, araos comunes, etc. La verdad es que luego la expedición se complica y, aunque en toda la aventura tienen intensa presencia frailecillos y gaviotas, los peligros vienen de la mano de los seres humanos.

En estas novelas, espigando un poquito, podemos encontrar frases como: "Dice que va a ser ornitólogo; así que, ¿para qué perder el tiempo aprendiéndose fechas y cabos y poemas y cosas por el estilo? ¿Ornitólogo? Oh, uno de esos que son aficionados a los pájaros y los estudian". "Algunos amantes de los pájaros "sí" que parecen un poco pasados de rosca. Hemos conocido a varios de ésos. Bueno, pues éste es un caso extraordinario... está exagerando la nota". "Si yo tuviese plumas, seguramente haría cuanto le dijese. Jamás he conocido a alguien que esté tan loco por las aves. Apuesto a que conoce de memoria los huevos de todos los pájaros del mundo". "El niño dirigió la mirada hacia el agua. Flotando, o cerniéndose sobre ella, había centenares de aves marinas de todas clases. Era un verdadero paraíso de pájaros. El corazón del chico entonó un canto de alegría. Aves a centenares, a millares. Podría estudiarlas a sus anchas, descubrir sus nidos, fotografiarlos sin prisas. ¡Qué buenos ratos iba a pasar!". "Ver aquellos pájaros planeando, volando en círculo, acercándose y flotando, le había inundado de dicha. ¡Ah, poder tumbarse en el acantilado y observarlos!".

"Fue a sentarse al pie de un alto ventanal para observar las aves que describían círculos en el aire y planeaban sin cesar". "En esa isla debe de haber centenares de pájaros completamente dóciles y amistosos. Sería maravilloso verlos. Las aves de la isla no habrán conocido al hombre. No habrán aprendido a prevenirse y a andar con cautela. Podría obtener unas fotografías maravillosas. ¡Cuánto me gustaría ir allí! Quizás pudiera ver pájaros que jamas viese antes. Tal vez pudiese tomar las más maravillosas fotografías de aves del mundo".

"Entusiasmado con las aves salvajes que poblaban la costa en grandes cantidades, se pasaba la vida identificando golondrinas de mar, cormoranes, gaviotas y otras especies". "Se había ido con los prismáticos a la cima del acantilado y yacía boca arriba, contemplando con deleite las aves que volaban por encima de él".

Como comprenderéis, el regalo me ha venido de perillas y me he leído ya las cuatro novelas. De Aventura en el castillo traeré alguna cita más, porque más de la mitad del libro está centrada en fotografiar el nido de águila real desde un hide. Me han encantado estas novelas que, aunque clasificadas como literatura infantil y juvenil, pueden reportar momentos muy agradables incluso a personas mayores. También pueden ser interesantes para chavales de diez o doce años que quieran descansar un poco de la Play y la tele y , a lo mejor, por ahí les pillamos para que se aficionen a la observación de aves. Muy recomendables. La editorial que ha publicado este volumen es la Editorial Molino, que es una marca de RBA Editores S.A. Las traducciones son bastante antiguas, de los años cuarenta y cincuenta, y los nombres de las aves son bastante diferentes a los actuales. Así aparecen los cormoranes como "corvejones", los araos comunes como "guillemotes", y los alcatraces atlánticos como "bubias". Pero bueno, no hay dificultades para entenderlos. A pesar de esto y de algunas de las opiniones, demasiado tradicionales para mi gusto, de Enid Blyton, sigue pareciéndome un libro extraordinariamente recomendable. ¡Esto es todo amigos! ¡Feliz año nuevo!

miércoles, 5 de enero de 2011

Un cuento mágico para los niños en la noche de los Reyes Magos de Oriente.

LA PRINCESA MARINA.


Hace mucho, mucho tiempo, en la época en que nuestras abuelas eran jóvenes, vivían en un pueblecito llamado Mundaca, en la provincia de Vizcaya, dos niños, entre otros, llamados Maider y Mikeltxo. En aquel pueblo, que está junto al mar, había una huerta mágica en la que se daban unos árboles maravillosos. La huerta se llamaba "Maida", y tanto la habían cuidado los niños de toda la zona, y tan bien habían podado y regado los árboles, que éstos, en lugar de dar peras o manzanas o naranjas amargas y ciruelas, daban todo tipo de cosas fabulosas. Eran dignos de verse aquellos enormes árboles, de grandes hojas verdes y oscuras, cargados de sus frutos mágicos. Lavadoras, balones, rotuladores, pantalones, lapiceros, zapatillas, vídeoconsolas, bolígrafos, gomas de borrar, juguetes, cuadernos de colores brillantes colgaban de aquellas ramas y daban a la huerta un fantástico aspecto de exposición y tienda. Una tapia muy alta rodeaba toda la finca, con trozos de cristal en su parte de arriba para que nadie pudiese entrar por la noche, cuando se cerraba la puerta, porque sólo se debían coger las cosas que eran necesarias. Si te hacía falta un cuaderno, pues entrabas y cogías uno del árbol de los cuadernos y te ibas hasta la próxima vez. Que era tu cumpleaños y tus padres iban a hacerte un regalo, pues entraban, cogían una Wii y se marchaban con ella hasta el próximo cumpleaños. También había libros y los de Julio Verne seguían siendo muy solicitados ¡desde hacía más de doscientos años!

Cuando aquella tarde Maider y Mikeltxo entraron a coger rotuladores de colores para la clase de plástica, se dieron cuenta de que los árboles se estaban secando. El de los bolígrafos estaba casi muerto, y el de las lavadoras no tenía ningún fruto a la vista. Todos los árboles habían perdido su color verde intenso y las hojas estaban amarilleándose. Todavía tenían hojas, pero estaban tomando un color amarillento como de poca salud. El viento soplaba y los árboles estaban perdiendo las hojas. Los niños se abrazaron emocionados, sentían miedo. Unieron sus pequeñas manos sucias de tinta y quedaron muy juntos. Silenciosos. Nunca habían visto la huerta con ese aspecto tan desolado y frío, algo les hizo sentir que había maldad en aquellos estragos. Permanecieron abrazados un buen rato para darse ánimos y calor. Parecía que un soplo de aire del norte les hubiese dejado helados. Estaban allí, silenciosos, cuando una vieja gaviota, grande y sabia como suelen serlo las gaviotas que han llegado a viejas, después de lanzar su largo grito, volando muy bajito les dijo casi al oido, como en un susurro, que aquello era cosa de la princesa Marina. Sólo ella podía saber la causa de que la huerta se estuviera muriendo. Sólo ella podía hacer que, otra vez, los niños de la zona pudiesen volver a tener material escolar abundante al alcance de la mano. Pero todo ello era muy raro porque la princesa Marina había sido siempre muy buena y amiga de los niños. Maider y Mikeltxo creyeron, a pesar de todo, a la gaviota y decidieron hacer una visita a la princesa en su palacio submarino de nácar y caracolas.
Bajaron al puerto y convencieron a un tío de Maider, que por otra parte era bastante pesado, como muchos tíos, para que les llevara a dar una vuelta en su bote de pesca. Iba el hombre remando y remando y cuando llegó a la isla de Izaro se volvió para ver qué hacían los niños. La proa, que es en donde debían ir sentados, estaba vacía. Los niños no estaban en el barquito. Horrorizado remó con todas sus fuerzas hasta el puerto en donde pronto, a sus gritos, se comenzó a preparar una lancha de socorro. Sin embargo, mientras tanto, nuestros dos amiguitos, que se habían lanzado al agua aprovechando el despiste del tío de Maider, también estaréis de acuerdo conmigo en que los tíos a menudo son un poco despistados y no se enteran, habían ido buceando hasta las puertas del prodigioso palacio de la princsa. Llamaron a las puertas, que estaban hechas de nácar con conchas de madreperlas. Nadie acudió a abrirles. Volvieron a llamar y, desde dentro, la voz de un carramarro les preguntó que quiénes eran.
-"Somos dos niños de Mundaca que queremos ver a la princesa Marina", respondió Maider.
-"La princesa no quiere ver a ningún niño. Iros", respondió a su vez la voz.
- "No nos iremos sin hablar antes con ella", insistió Maider.
Mikeltxo, entretanto, furioso, cogió una piedra enorme de las peñas del fondo del mar y alzándola por encima de su cabeza gritó a la puerta:
- "¡Eh!, ¡tú!, ¡a ver a qué estamos jugando, ¿eh?! Como no abras la puerta la rompo a golpes". Y diciendo ésto comenzó a golpearla y saltaba a cada golpe como una nubecilla blanca de polvo de nácar. La puerta no se abría, pero iba a resistir poco e iba a acabar destrozada. Mikel se detuvo.
-"¡Eh, a ver, el de dentro!", gritó sofocado. Silencio.
-"¡Vosotros! -gritó haciendo bocina con las manos- ¡cómo no abráis traigo hasta aquí un arrastrero de Bermeo y me arramblo con todo el palacio y los que estáis dentro!, ¿eh?". Ante aquella horrible amenaza (a los arrastreros es a lo que más temen los habitantes del mar porque arrasan todo a su paso) las puertas de palacio se abrieron de par en par. Y ya era hora, porque los niños, de estar tanto tiempo debajo del agua, tenían los dedos arrugados, los labios morados y temblaban castañeteando los dientes. Tenían la ropa empapada. Entraron en palacio. Los servidores de la princesa les pusieron unas ecafandras mágicas en las que se secaron inmediatamente y reaccionaron al calor.
Se tomaron de la mano y fueron avanzando entre dos filas de carramarros que eran los soldados del reino del mar. Mikel se daba cuenta de que miraban fijamente a Maider. Iba tremendamente orgulloso, con los ojos brillantes, mientras se cogía de su brazo y, alta y rubia, caminaba a su lado. Los cangrejos, carramarros y cigalas bullían amenazadoramente a su alrededor cuando llegaron ante el bogavante, gran visir de la princesa.
- "¿Qué deseáis?".
- "Queremos hablar con la princesa Marina".
- "No puede recibiros. Está ocupada".
¡Ay, pero! Mikeltxo estaba fuera de sí, satisfecho de lo conseguido hasta aquel momento y encantado de poder presumir delante de Maider, contestó:
- "Apártate de ahí, fantoche, que te ato una cuerda a las pinzas y te cuezo".
El bogavante se retiró a un lado, y rodeada de gambas, quisquillas y camarones, sus damas de honor, en lo alto de la escalinata de coral del palacio, resplandeciente apareció la princesa Marina. En el salón se hizo el silencio. Nécoras y langostinos, bueyes y carabineros inclinaron sus cabezas mientras, majestuosa, la princesa fue descendiendo hasta el salón del trono. Con un gesto gracioso se echó hacia atrás sus rizos dorados y todos los presentes pudieron admirar aquella belleza traslúcida, incorpórea, que hace hermosísimas a las criaturas marinas. Su capa de tules de delicados tonos pálidos revoloteaba ligera a su alrededor dándole el aspecto de una quimera de los mares, ajena al paso del tiempo. Su hermosura, que otros días refulgía sin tacha, estaba hoy sin embargo velada por una bruma que gente poco considerada habría achacado al cansancio y a los excesos navideños, pero que sus colaboradores más inmediatos sabían que era ocasionada por el sufrimiento. Profundas ojeras subrayaban el colr oscuro de sus ojos hundidos. Unos gestos nerviosos de la cara transparentaban la lucha honda que enemigos irreconciliables desataban en su interior. Los niños lo vieron enseguida. La princesa está triste. Pero ellos debían, por el bien de todos los demás niños, aclarar las cosas, y a su pesar, impresionados por la serena majestad de la princesa torturada, deseando no cargar su ánimo con más disgustos, a aquella a quien se veía tan claramente que estaba llena de ellos, la interpelaron. Y era tal la ira que tenían que les salió con cierta rudeza, incluso, a pesar de sus buenos sentimientos.
- "Princesa, -dijo Maider- ¿qué estás haciendo a nuestros árboles?". La princesa no quería contestar. La princesa no quería hablar de árboles. La princesa quería, únicamente, que le dejasen pensar y sufrir en silencio.
- "Venga, majestad, contesta a lo que te preguntamos. ¿Por qué eres mala si siempre has sido buena?". Mikel empezaba a sospechar que allí había alguna cosa muy rara. La princesa no era la feliz princesa Marina que tantas veces, en secreto naturalmente, había animado con su alegría las fiestas de cumpleaños de los niños de los alrededores. Ella decía que no le ocurría nada, pero otras veces también había dicho lo mismo y, unos díasdespués, solía recordar lo mal que se había encontrado por tener que negar que se encontrara mal. Al oir a Mikel, la princesa no pudo más y se echó a llorar. Y habló, habló sin cesar, interrumpida de vez en cuando por hipidos y sollozos. La princesa necesitaba abrir su corazón y compartir sus cuitas con alguien. Y se desbordó cn aquellos valientes niños que la miraban de una manera tan limpia a los ojos y le planteaban las cosas con tal claridad y franqueza. Y la princesa lloró. Las lágrimas fueron tantas que se unieron a las aguas del mar y provocaron una subida inesperada de la marea.

Resulta que el ejército de la princesa, formado de militares carramarros, llevaba algún tiempo sin cobrar porque la princesa quería negociar con ellos el que se disolvieran. La princesa consideraba inútil tener un ejército en el fondo del mar cuando todos sus habitantes son hermanos. Pero una fábrica de lapiceros que había en Bilbao, que es una ciudad muy grande que está cerca de Mundaca, estaba agitándoles para que no cediesen. Claro, la fábrica de lapiceros y rotuladores no podía consentir que todos los ninños de la costa viviesen tan ricamente sin necesidad de comprar ni un lápiz y había encontrado la forma de obligar a la princesa a destruir la huerta maravillosa: envenenar a los árboles con enérgicos herbicidas americanos. Marina contó a Maider y Mikel que el ejército de carramaros estaba casi en rebelión y que ella tenía que hacer lo que le mandaban los de la fábrica porque ellos alimentaban y pagaban a los carramarros con tripas de vaca y que si les desobedecía dejarían de alimentar a los caramarros y éstos se pondrían francamente en rebelión comiéndose a las quisquillas, los camarones, y a los pecedillos, humildes y queridos siervos de la princesa Marina. Todos los días un enviado de la fábrica, desde un lanchón, arrojaba a la mar sangrientos despojos del matadero municipal que eran devorados con fruición por los militares carramarros. El día en el que la princesa dejase de envenenar los árboles mágicos, la fábrica dejaría de alimentar al ejército y éste arrasaría el reino submarino de caracolas y coral. La trampa era perfecta. La princesa, si alguien no hacía algo rápidamente, estaba derrotada. Había sido obligada, para salvar a su frágil reino, a adquirir una pócima herbicida a la multinacional norteamericana Monsanto, con la que gaviotas aburridas regaban la huerta una vez a la semana. Los niños decidieron ayudarle, pero ella debía darles el antídoto.


Sí, tenían que fabricarlo con tinta de calamar peludo, perlas machacadas y ortigas, eso bastaría para devolver a los árboloes su antiguo esplendor. Había que trabajar deprisa pues sólo surtiría efecto en aquéllos que todavía estuviesen vivos. Lo primero era volver rápidamente al puerto, así que devolvieron las escafandras, abrazaron a la princesa cuyo rostro estaba recuperando su habitual esplendor y nadaron hasta la superficie. ¿Qué era aquéllo que veían? El corazón se les sobrecogió de alegría. El destino facilitaba su venganza. Un bote negro, puntado con alquitrán, se acercaba a ellos. Se sumergieron rápidamente y vieron desde abajo cómo el bote se detenía. Grandes tripas y despojos cayeron al agua a su alrededor. ¡Era el bote de la Compañía! El enviado de la fábrica, vestido completamente de negro, estaba de pie en difícil equilibrio en una embarcación que se mecía peligrosamente. Los niños no lo dudaron ni un instante, se colgaron de la borda, el bote se inclinó y el sicario cayó al agua lanzando un grito y dándose un tremendo golpetazo contra la superficie del mar. Los dos niños se encaramaron rápidamente al bote por la popa, estaba lleno de cajas de lapiceros. Éstos, al ver a los niños y el brillo de sus ojos, se lanzaron al agua y fueron nadando como flechas hasta Izaro. Mientras tanto Mikel tomó losa remos, y como un chico mayor remó y remó hasta el puerto. Maider actuaba de patrón diciéndole por dónde debía navegar, porque era tarde y las primeras sombras de la noche fría oscurecín el camino correcto y, sin su enérgico pilotaje, habrían corrido el riesgo de embarrancar en algunas siniestras peñas.

La expedición de socorro organizada por el tío de Maider estaba ya preparada y se disponía a hacerse a la mar, pero apenas vieron a los chiquillos prorrumpieron en gritos de alegría. El saludo fue emocionante y estentóreo. Maider y Mikeltxo no tenían mucho tiempo, había que curar a los árboles antes de que legaran los Reyes Magos, que todo sabían que se surtían en Maida. Explicaron en dos palabras lo que estaba ocurriendo y de lo que se habían enterado y convocaron inmediuatamente a una reunión a todos los niños y las niñas de la zona. Allí mismo, aquella histórica noche se selló un nuevo pacto con la princesa de los mares. Allí mismo decidieron que los niños y las niñas de todos los pueblos de la costa, desde Bakio hasta Bermeo e Ibarranguelua, se encargarían de arrojar diariamnte al mar los despojos del matadero de Mundaca para tener tranquilos a los carramarros y que la princesa Marina pudiera disolver con calma al ejército. Los árboles volvieron a resplandecer. El Olentzero, Papa Noël, Santa Claus, los Reyes Magos y los papás y las mamás de todos los niños del mundo se surten allí. Del enviado de la fábrica nunca más se supo. La sonrisa de coral volvió al rostro de la princesa. En Izaro hay ocasiones en que se encuentran lapiceros por el suelo. Y, eso sí, a veces, los niños que nadan por el puerto de Mundaca se encuentran alguna tripa de vaca flotando. Son las que no se han comido los carramarros. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
-" Y ahora pronto a la cama, que los Reyes Magos sólo dejan regalos a las personas que están durmiendo. Hala, a la cama y mañana más y mejor".






domingo, 2 de enero de 2011

Nochevieja en la Bureba

Te habrías quedado asombrada. Cuando la tarde de la Nochevieja salí hacia una localidad nueva de la Bureba, comarca española del norte de la provincia de Burgos, a hacer el censo de milanos reales (Milvus milvus), la niebla cubría la parte alta de los árboles, que se difuminaba entre los grises del cielo. Comprendí que nadie se ofreciera a acompañarme porque no hacía buen tiempo. Después supe que sí que había una voluntaria, pero no coincidimos. Lástima. Luego, cuando los acontecimientos se desarrollaron como se desarrollaron, me acordé mucho de ti, de tu compasión por las aves y te eché de menos. Habrías disfrutado como un cochino en el barro. Desde las cuatro de la tarde me instalé en un hide frente a los árboles en los que supuse se instalaría el dormidero de milanos reales a los que iba a contar. De hecho ya estaban dos posados allí, y otros tres sobrevolaban el bosquete de árboles maduros en los que estaban posados. Me instalé bajo un nogal, quedando a mi frente el posadero y a la derecha matorrales de hiedra que se entrelazaban con ramas caídas del propio nogal. En los viejos árboles de enfrente entraban y salían cornejas (Corvus corone) y urracas (Pica pica) incordiando a los milanos, hasta que éstos, poco a poco, se fueron marchando de allí. Pronto se hizo una relativa calma, y aquí viene lo bueno. De los matorrales de mi derecha empezaron a salir herrerillos (Cyanistes caeruleus), carboneros (Parus major), mirlos (Turdus merula), y hasta un petirrojo (Eritachus rubecula); y desde las altas ramas bajaron al suelo algunas cornejas a comer los restos de nueces caídas del nogal y aplastadas sobre el camino. Alrededor del hide, a menos de dos metros de distancia, se desarrollaba "la vida en directo". Una corneja comiendo nueces, un carbonero atusando su plumaje; el petirrojo comienza a comer nueces a unos tres metros, pero pronto se cansa y se posa en los matorrales (a medio metro) a descansar meditabundo.
Los herrerillos, muchísimo más nerviosos y vibrátiles que los carboneros, hacen sus piruetas entre la enramada del matorral, metiéndose incluso en agujeros de troncos y bajo densas agrupaciones de ramas pinchudas. Todas las aves próximas se mueven infatigables arriba y abajo, todas comen nueces y en todos los grupos están mezcladas hembras y machos. Un poco más lejos se acomodan dos busardos ratoneros (Buteo buteo), que finalmente no se instalan en el bosquete, y tres mirlos comen en un árbol de espino albar. De pronto, un pico picapinos (Dendrocopos major), brillando sus colores rojos y su cabeza blanca con rayas negras, se instala en el nogal de enfrente y se dedica a recorrer parsimoniosamente la corteza sin dejar ningún resquicio sin investigar. Con los prismáticos me lo puse prácticamente en el caballete de la nariz. En el límite de la niebla, dos cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo) cruzan aleteando rápidamente; apenas son siluetas negras contra el cielo lechoso.

Va cayendo la tarde, y las aves van desapareciendo. Se van primero los carboneros y los herrerillos. Les siguen los mirlos. Al poco sólo quedan las cornejas y las urracas que se muestran indecisas sobre en dónde instalarse. Cuando se han marchado todos, únicamente queda el petirrojo filósofo que sigue absorto en una ramita, hinchado para hacer frente a los rigores del atardecer. El bosquete no es el dormidero que yo creía. De pronto se han marchado todos. El silencio es total. El bosquete ha sido ocupado por urracas y cornejas y los milanos reales han desaparecido, entre la niebla, hacia su dormidero, más al sur. Ha empezado a entrar la niebla por todas partes. Apenas se ve ya nada.
Dejo el lugar entre las sombras del anochecer. Por la carretera, los faros de los coches hacen extraños juegos de rayos y sombras al atravesar los bancos de niebla cada vez más espesos. Salgo a la N-1, a cuyo final me esperan el brillo de las luces y la comidas de la noche de Nochevieja. Dejo atrás a toda la barahúnda de pájaros y pajarillos con los que he pasado la tarde. La temperatura ha bajado de 9ºC a 3ºC. La carretera es el camino hacia la civilización y el progeso.

Pero, por la cantidad de aves con la que he compartido la tarde, y lo cerca que han estado, tengo la impresión de que te lo habrías pasado genial. Aunque es un poco abrumador saber que todos esos pajarillos pasarán la noche, como una noche más, apenas resguardados por unas hojas de hiedra. Ah, y que no se me olvide ¡Feliz año a todos y todas!