Mi Código de la Circulación por la carretera de la vida.

"Yo soy solo uno. Puedo hacer solo lo que uno puede hacer; pero lo que uno puede hacer, yo lo hago" (John Seymour, 1914-2004). //La sinceridad está sobrevalorada.// Antes de hablar ten claro que las palabras sean más oportunas que el silencio.// No discutas nunca con un imbécil. Te obligará a rebajarte a su nivel y te ganará por experiencia.// ¡Cuántas veces no se pretende sólo derrotar al contrario, sino más bien hundirle tanto en lo profesional como en lo personal!// ¿Quieres ser feliz un instante (o dos)? ¡Véngate! ¿Quieres ser feliz para siempre? ¡Perdona!// Cuanto más pequeño es un corazón, más rencor alberga.// No juzgues. Todas las personas te pueden sorprender si les das la oportunidad.// Tú sigue adelante, si alguien quiere ir contigo, que tire también.// No mires mucho alrededor, sigue adelante pues como dijo no sé quién: "es preferible pedir disculpas a pedir perdón".// No es posible caer bien a todo el mundo. Hagas lo que hagas unos te querrán y otros te aborrecerán. Es inevitable.// El ser humano forma parte de la Naturaleza y es un ser vivo como los demás (árboles, zorros, libélulas, bacterias) por lo que está sometido a los mismos procesos vitales.// Las religiones son el principal enemigo de la salud mental.// Si soy normal, y hago esto y lo otro, seguro que todas las demás personas harán lo mismo o cosas parecidas.

domingo, 2 de enero de 2011

Nochevieja en la Bureba

Te habrías quedado asombrada. Cuando la tarde de la Nochevieja salí hacia una localidad nueva de la Bureba, comarca española del norte de la provincia de Burgos, a hacer el censo de milanos reales (Milvus milvus), la niebla cubría la parte alta de los árboles, que se difuminaba entre los grises del cielo. Comprendí que nadie se ofreciera a acompañarme porque no hacía buen tiempo. Después supe que sí que había una voluntaria, pero no coincidimos. Lástima. Luego, cuando los acontecimientos se desarrollaron como se desarrollaron, me acordé mucho de ti, de tu compasión por las aves y te eché de menos. Habrías disfrutado como un cochino en el barro. Desde las cuatro de la tarde me instalé en un hide frente a los árboles en los que supuse se instalaría el dormidero de milanos reales a los que iba a contar. De hecho ya estaban dos posados allí, y otros tres sobrevolaban el bosquete de árboles maduros en los que estaban posados. Me instalé bajo un nogal, quedando a mi frente el posadero y a la derecha matorrales de hiedra que se entrelazaban con ramas caídas del propio nogal. En los viejos árboles de enfrente entraban y salían cornejas (Corvus corone) y urracas (Pica pica) incordiando a los milanos, hasta que éstos, poco a poco, se fueron marchando de allí. Pronto se hizo una relativa calma, y aquí viene lo bueno. De los matorrales de mi derecha empezaron a salir herrerillos (Cyanistes caeruleus), carboneros (Parus major), mirlos (Turdus merula), y hasta un petirrojo (Eritachus rubecula); y desde las altas ramas bajaron al suelo algunas cornejas a comer los restos de nueces caídas del nogal y aplastadas sobre el camino. Alrededor del hide, a menos de dos metros de distancia, se desarrollaba "la vida en directo". Una corneja comiendo nueces, un carbonero atusando su plumaje; el petirrojo comienza a comer nueces a unos tres metros, pero pronto se cansa y se posa en los matorrales (a medio metro) a descansar meditabundo.
Los herrerillos, muchísimo más nerviosos y vibrátiles que los carboneros, hacen sus piruetas entre la enramada del matorral, metiéndose incluso en agujeros de troncos y bajo densas agrupaciones de ramas pinchudas. Todas las aves próximas se mueven infatigables arriba y abajo, todas comen nueces y en todos los grupos están mezcladas hembras y machos. Un poco más lejos se acomodan dos busardos ratoneros (Buteo buteo), que finalmente no se instalan en el bosquete, y tres mirlos comen en un árbol de espino albar. De pronto, un pico picapinos (Dendrocopos major), brillando sus colores rojos y su cabeza blanca con rayas negras, se instala en el nogal de enfrente y se dedica a recorrer parsimoniosamente la corteza sin dejar ningún resquicio sin investigar. Con los prismáticos me lo puse prácticamente en el caballete de la nariz. En el límite de la niebla, dos cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo) cruzan aleteando rápidamente; apenas son siluetas negras contra el cielo lechoso.

Va cayendo la tarde, y las aves van desapareciendo. Se van primero los carboneros y los herrerillos. Les siguen los mirlos. Al poco sólo quedan las cornejas y las urracas que se muestran indecisas sobre en dónde instalarse. Cuando se han marchado todos, únicamente queda el petirrojo filósofo que sigue absorto en una ramita, hinchado para hacer frente a los rigores del atardecer. El bosquete no es el dormidero que yo creía. De pronto se han marchado todos. El silencio es total. El bosquete ha sido ocupado por urracas y cornejas y los milanos reales han desaparecido, entre la niebla, hacia su dormidero, más al sur. Ha empezado a entrar la niebla por todas partes. Apenas se ve ya nada.
Dejo el lugar entre las sombras del anochecer. Por la carretera, los faros de los coches hacen extraños juegos de rayos y sombras al atravesar los bancos de niebla cada vez más espesos. Salgo a la N-1, a cuyo final me esperan el brillo de las luces y la comidas de la noche de Nochevieja. Dejo atrás a toda la barahúnda de pájaros y pajarillos con los que he pasado la tarde. La temperatura ha bajado de 9ºC a 3ºC. La carretera es el camino hacia la civilización y el progeso.

Pero, por la cantidad de aves con la que he compartido la tarde, y lo cerca que han estado, tengo la impresión de que te lo habrías pasado genial. Aunque es un poco abrumador saber que todos esos pajarillos pasarán la noche, como una noche más, apenas resguardados por unas hojas de hiedra. Ah, y que no se me olvide ¡Feliz año a todos y todas!





No hay comentarios:

Publicar un comentario