El pasado día 23 hicimos nuestra visita familiar anual al Parque Nacional Doñana desde Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). En esta ocasión se unieron cuñados y sobrinos que pasan sus vacaciones en playas gaditanas. Doñana está considerado por muchos como uno de los dos o tres territorios clave para la invernada de las aves europeas. Todos hablan del invierno y la primavera en Doñana como uno de los momentos mágicos de expresión de la vida silvestre, con cientos de miles de aves europeas preparándose para el viaje prenupcial hacia las lejanas marismas del Norte. Yo, por el momento, solo he podido visitar Doñana en verano y en otoño, no hay tantas aves pero siempre salta alguna sorpresa. Por ello, prácticamente todos los años desde 1986, visito Doñana en agosto. La visita solemos hacerla en los camiones 4x4, dispuestos para uso público por el propio Parque Nacional, cruzando el Guadalquivir desde la población gaditana de Sanlúcar de Barrameda en una barcaza. El día era soleado, con pequeñas nubes y claros, pero a las 11:40 el sol lucía ya radiante. Acabábamos de entrar en el Lucio del Membrillo (completamente seco en esta época del año) cuando sobre la copa de uno de los pinos de la vera surgió la cabeza de un ejemplar de águila imperial (Aquila adalberti). La sorpresa fue mayúscula. Cuando el camión se paró pudimos observar y fotografiar sin que el ave se moviera. En ningún momento pudimos ver el ave entera, pero su cabeza leonada y sus hombros blancos la hacían inconfundible. Fue un momento clave en la visita de este año. Además de este ejemplar de águila imperial, pudimos ver otras muchas aves "residentes" en el enclave. En la playa, entre centenares de ejemplares de gaviotas patiamarilla (Larus michaellis) y reidora (Larus rudibundus), ésta ya con plumaje de invierno, pudimos ver gaviota sombría (Larus fuscus). Junto a ellas se agrupaban centenares de ejemplares de ostrero eurasiático (Haematopus ostralegus), del que nunca había visto tantos ejemplares juntos, y de gaviota de Audouin (Larus audouinii). El caso de esta gaviota es paradigmático de la capacidad de recuperación de las especies naturales una vez se levantan las amenazas que pesan sobre su entorno: esta gaviota estaba prácticamente extinguida, en los años 70's con poblaciones muy escasas superviviendo en las islas Columbretes y Chafarinas, en el Mediterráneo. Treinta años después, habiéndose eliminado muchas de las acciones de desecación de espacios húmedos y de intervenciones antrópicas sobre las islas y costas mediterráneas, hoy la especie prospera con más de 20.000 parejas reproductoras en España. Centenares de ellas se oreaban en las arenas doradas onubenses entre punta del Cabo y el rancho del obispo. Sobre nuestras cabezas, ya entre dunas y corrales, volaba una aguililla calzada europea (Hieraaetus pennatus), algún busardo ratonero (Buteo buteo), mientras grupos de torcaces (Columba palumbus) atravesaban rápidamente el aire. Sobre los corrales volaban las golondrinas (Hirundo rustica). De la vera, a los pies del pino que albergaba al águila imperial, al detenerse nuestro camión, levantaron el vuelo alarmadas un par de docenas de avefría europea (Vanellus vanellus) que estaban en las humedades del matorral en este ecosistema tan particular. Vimos además en la playa correlimos tridáctilos (Calidris alba) y común (Calidris alpina); chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula), chicos (Charadrius dubius) y patinegro (Charadrius alexandrinus). En la Laguna Larga también pudimos ver chorlitejos patinegros. La visita se completó con la visión de venados (Cervus elaphus), gamos (Dama dama) y algún jabalí (Sus scrofa). Tengo la impresión de que toda la familia disfrutó mucho, y, por nuestra parte, seguiremos con nuestra visita anual. Estas fechas de finales de agosto tienen la ventaja de que ya podemos ver aves invernantes que han adelantado su llegada, que se unen a los contingentes residentes. No cabe duda de que, entre éstos, el águila imperial ibérica ocupa un lugar de privilegio. El mítico Doñana de nuestra juventud sigue adelante y pujante, con el impulso de muchas personas, a pesar de las amenazas que permanentemente penden sobre él. Sin pretender ser exhaustivos, en una enumeración rápida podemos citar entre éstas las siguientes: vaciado de los acuíferos y caída de la capa freática por el cultivo de regadío intensivo de la fresa de Huelva; utilización masiva de pesticidas en el cultivo industrial del arroz; apertura al tráfico privado de la playa entre Matalascañas y Sanlúcar, empresa en la que sigue empeñado el alcalde de Almonte; dragado del río Guadalquivir para permitir la ampliación de puerto de Sevilla; caza furtiva; atropellos en las carreteras El Rocío-Matalascañas; actuaciones urbanísticas ilegales, etc. Pero el gran peligro sigue siendo la agricultura descontrolada en todas las zonas del Parque Nacional y pre-Parque menos vigiladas, con un uso intensivo del agua captada mediante pozos ilegales y de fertilizantes, insecticidas y herbicidas que contaminan el acuífero y las marismas. Frente a ello se encuentra un potente equipo científico, muchas personas del entorno que viven del Parque y los visitantes que, con nuestra presencia, seguimos consiguiendo que trabajar a favor del Parque sea rentable. Cuanta más gente visite el Parque, más difícil lo tendrán sus detractores. Es una batalla desigual, pero los intereses particulares no deberían primar sobre los valores colectivos.
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