Mi Código de la Circulación por la carretera de la vida.

"Yo soy solo uno. Puedo hacer solo lo que uno puede hacer; pero lo que uno puede hacer, yo lo hago" (John Seymour, 1914-2004). //La sinceridad está sobrevalorada.// Antes de hablar ten claro que las palabras sean más oportunas que el silencio.// No discutas nunca con un imbécil. Te obligará a rebajarte a su nivel y te ganará por experiencia.// ¡Cuántas veces no se pretende sólo derrotar al contrario, sino más bien hundirle tanto en lo profesional como en lo personal!// ¿Quieres ser feliz un instante (o dos)? ¡Véngate! ¿Quieres ser feliz para siempre? ¡Perdona!// Cuanto más pequeño es un corazón, más rencor alberga.// No juzgues. Todas las personas te pueden sorprender si les das la oportunidad.// Tú sigue adelante, si alguien quiere ir contigo, que tire también.// No mires mucho alrededor, sigue adelante pues como dijo no sé quién: "es preferible pedir disculpas a pedir perdón".// No es posible caer bien a todo el mundo. Hagas lo que hagas unos te querrán y otros te aborrecerán. Es inevitable.// El ser humano forma parte de la Naturaleza y es un ser vivo como los demás (árboles, zorros, libélulas, bacterias) por lo que está sometido a los mismos procesos vitales.// Las religiones son el principal enemigo de la salud mental.// Si soy normal, y hago esto y lo otro, seguro que todas las demás personas harán lo mismo o cosas parecidas.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Grajas (Corvus frugilegus) de León (España). Rook, from Leon (Spain).

Me acaban de llegar unas fotos de León (Castilla y León. España). Como son fotografías de grajas (Corvus frigilegus), cuyas únicas poblaciones españolas están en esa Comunidad Autónoma, me parece obligado publicarlas para disfrute de pajareros y ornitólogos. De naturalistas en general.
Como la carta con las que las acompaña el autor me parece muy graciosa, aquí la publico también. Que disfrutéis todos con ello. ¡Ah!, y muchas gracias Pepe.
"Esta misma mañana (15 de septiembre) a eso de las 8, estaba yo repasando para un examen que tenía a las 12, cuando desde mi ventana empecé a escuchar cierto jolgorio que me obligó a soltar los apuntes y echar unos retratos.
Fue cosa de unos seis o siete minutos en los que la graja (que se ve con el pico abierto) les estaba echando un rapapolvos (o eso parecía desde luego) a este par de grajillas (¡¡¡que parecen estar tela de avergonzadas !!!).
Todo sucedió en el tejado que está enfrente de mi ventana, y como la otra vez que vinisteis a León os gustaron mucho estos pajaretes (las grajas) me dije cuando estaba montando el dijiscoping que los destinatarios de estas fotos tenían que ser ustedes". ¡¡Gracias Pepe!! Por cierto, ¿qué tal te ha salido el examen?
Grajillas (Corvus monedula).

"La foto de la chova os la mando porque me gustó mucho cuando la hice y porque yo lo valgo (jajaja)".

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Las fotos del águila imperial ibérica (Aquila adalberti) en Doñana. Spanish imperial Eagle.

Dice Francisco Bernis en su Diccionario de nombres vernáculos de aves (Editorial Gredos. Madrid, 1995 p. 9) que "nuestros libros medievales no conocen todavía" la distinción entre águila real y águila imperial. Sin embargo testifica que "los antiguos cetreros acusan el amotivo impacto que la gran águila producía en sus propias aves cetreras y dictan exorcismos que deben pronunciarse para ahuyentar aquélla, o ven en la aparición siniestra o diestra del águila el agüero malo o bueno del día que se caza". "En cuanto al calificativo de imperial (águila imperial), exige un largo rastreo por los recovecos de la heráldica, donde preferimos no meternos".
Águila imperial (Aquila adalberti) asomándose desde la copa de un pino piñonero de la vera del Parque de Doñana fotografiada el 23 de agosto del 2011.

El término águila parece tener una raiz indoeuropea en la palabra awietos, de donde procede el aétos griego y el aquila latino. ¿Habría alguna relación entre el antiguo nombre, Aquilón, del viento del norte y las águilas? Según los seguidores de esta relación, las palabras águila y Aquilón tendrían el mismo origen en razón al vuelo rápido del ave "como el viento" y el soplar del viento. No parece una explicación muy convincente, pero está más admitida que otras. El simbolismo del águila es evidente: es la reina de las aves, el ave de Zeus el dios supremo. También la iconografía cristina ha otorgado un lugar preferente al águila. Emblema del apóstol Juan. La imaginación de los autores medievales ha elevado al águila a las más altas moradas del simbolismo religioso. El águila como Cristo. También como águila cruel, falsa, secuestradora. El específico Adalberti lo ostenta esta especie desde que fue considerada especie propia, separada de la especie heliaca de la que durante muchos años fue considerada subespecie. Era H. W. Adalbert un almirante y príncipe prusiano. El hombre de ciencia que le puso este nombre a la especie (C. L. Brehm, 1861), quiso hacer un reconocimiento de las cualidades militares del príncipe Adalberto y, con ello, un homenaje al almirante. Es evidente que no tiene nada que hacer aquí la ciencia, pero pensemos que ese nombre fue puesto en las épocas más belicosas y patriótico-militaristas que se dieron en Prusia, antes de extenderse por toda Alemania. El tal Brehm era un pastor luterano y ornitólogo reconocido, que ejercía cerca de Leipzig y, pienso yo, que consideraría que hacer un poco la pelota al príncipe no le vendría mal en aquellos tiempos.
Es una bella rapaz de fuerte constitución. Es más pequeña que el águila real (Aquila chrysaetos). Por encima es muy oscura pero tiene la nuca de color pálido o casi blanco, lo que contrasta con el resto del cuerpo. También tiene manchas claras, casi blancas, en los hombros. Son los entorchados de emperador, que la diferencian del águila real. Vive en bosques de llanura y en zonas de matorral mediterráneo. Necesita siempre árboles para anidar. Es una rapaz muy ligada a masas forestales, aunque está presente en las dehesas. Es un endemismo ibérico, lo que quiere decir que únicamente existe en España y Portugal. En España puede encontrarse en el Guadalquivir, Doñana, Extremadura, Montes de Toledo, Sierra Morena. En las Comunidades Autónomas de Madrid, Andalucía y Extremadura. Existen unas 150 parejas, lo que unido a su dependencia del conejo como presa y al cainismo entre los pollos, la ha llevado a una difícil situación. Hay en marcha varios programas de conservación. Caza en terrenos abiertos y despejados y necesita enormes extensiones de campeo.

martes, 13 de septiembre de 2011

Por la tarde en Carredondo.

Transcurre la tarde perezosamente. El frescor de la mañana en la montaña se ha trocado en calor. El cielo se ha ido despejando y, aunque sigue nublado, el sol se deja sentir ya en lo alto. Hay un resol con neblina. Estamos entre árboles, son las 17:30 y estamos echados en unas hamacas mirando a los riscos que nos rodean. Desde hace un buen rato, el pito real (Picus viridis) "relincha" en los árboles del soto. Un repiqueteo en un bosque de robles y chopos nos advierte de la presencia del pico picapinos (Picus major). Encima de nuestras cabezas, un trepador azul (Sitta europaea) está empeñado picando la parte superior de un muñón que ha dejado la rama de un roble al caer. Por fin saca una larva blanca y gruesa. La devora y se va. Pronto vuelve a seguir picoteando.
Son ya las seis de la tarde y el aire suena a zumbidos de insectos y a humanos aviones lejanos que van hacia el mar. Y de allí ¿a dónde? A Londres, Nueva York, a todo el mundo. Nos llaman y llaman.
El aire huele a prados y vacas. Suave olor a heno y flores. Cálido, acaricia la piel y ayuda a conciliar el sueño. Es balsámico. En unas hayas cercanas, al otro lado del río, una hembra de carbonero (Parus major) se afana comiendo hayucos que sujeta con las patas contra la rama en la que está posada. Nos rodean paramoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca) que se lanzan desde sus posaderos al aire a por insectos voladores que vemos como esferas doradas iluminados por la luz de la tarde. Las alas del pájaro dejan pasar la luz y parecen radiografías alares. Luego se posa a devorarlos. Por fin aparece un pinzón común (Fringilla coelebs). Lo llevábamos esperando toda la tarde. Es una de las aves más abundantes en las primaveras de estos bosques pero hoy no había aparecido ninguno.
O nos ponemos en marcha o volvemos a dormirnos. Está la tarde de sueño. Por el camino nos preceden docenas de verdecillos (Serinus serinus) y bisbitas pratenses (Anthus pratensis) quizás recién llegados para invernar, o en paso. Vemos por fin un chochín (Troglodytes troglodytes). Llevábamos oyéndolo toda la tarde y por fin aparece sobre uno de los muros de piedra seca. Entre los matorrales y árbustos próximos al camino, se agitan mosquiteros (Phylloscopus sp.), acentores comunes (Prunella modularis). En un mismo arbusto medio seco vemos, simultáneamente, a un herrerillo (Cyanistes caeruleus), un petirrojo (Eritachus rubecula) y un mosquitero. Un poco más allá, una curruca capirotada (Sylvia atricapilla) macho nos muestra su sexo con su boina negra. En lo más alto del cielo, aparece un alimoche adulto (Neophron percnopterus). El buitre blanco, el buitre sabio. Se acerca a los roquedos. De pronto, una sombra tres veces más pequeña que él, se tira contra el ave. Es un halcón peregrino (Falco peregrinus) que no quiere visitas. El alimoche se da la vuelta e intenta frenarlo con las patas. Entrechocan las garras. El alimoche traspone la sierra. El halcón recorre todos sus dominios con un vuelo poderoso. Le sigo con los prismáticos un largo rato. El sol empieza a ponerse y sólo ilumina ya las más altas cresterías. Una vez más hemos comprobada la enorme variedad ornítica de estas sierras del norte de Burgos. Una vez más hemos disfrutado, además de la hospitalidad de los cuñados, de una Naturaleza primigenia. Repleta de aves. Los animales silvestres siguen viviendo aquí a pesar de la absurda persecución de la que siguen siendo objeto. A ver por cuanto tiempo.

En lo alto de la Cordillera.

En lo alto de los montes, entre el cielo y nosotros, no había más que unos gigantescos aerogeneradores cuyas aspas girando, si las mirabas mucho, acababan teniendo un efecto hipnótico y vertiginoso. Quizás por eso mirábamos al suelo. Un amigo mío dice que ser ornitólogo es incompatible con ser arqueólogo, pues el ornitólogo ha de estar siempre mirando al cielo, mientras que el arqueólogo ha de estar siempre mirando al suelo. Nosotros, como no podíamos mirar al cielo por el mareamiento que nos producían aquellos gigantes moviendo sus interminables brazos, mirábamos al suelo. Y así pudimos ver a varios machos de collalba gris (Oenanthe oenanthe) todavía con los colores dorados del verano que supusimos se encontraban ya en migración. A pesar de ello, seguían instalándose cada uno en su atalaya y desafiando a los demás como en los ¡ay! lejanos días de la bullente primavera.
También por el suelo se afanaban agitadas bisbitas alpinos (Anthus spinoletta). Una se estaba dando un buen baño, momento que recogen las fotografías. Entraban y salían del cerrado espacio de la estación transformadora. Por los caminos, caminando sobre las matas de brezo, devoraban insectos hasta del tamaño de un saltamontes más grande que su cabeza. Sus patas oscuras y su parte ventral, también oscura, pero manteniendo los reflejos rosas del traje estival, las hacían identificables. Allí arriba seguía la vida. Nosotros nos marchamos, pero aquellos bisbitas pasarían allí la noche. El viento soplaría, los caballos y vacas buscarían algún resguardo, pero ellas seguirían solas entre las sombras nocturnas.

Los viajeros se van al Sur.

Cuando por la mañana llegábamos a Las Machorras pedanía del Ayuntamiento de Espinosa de los Monteros, provincia de Burgos (España), el domingo día 11 de septiembre, volaban sobre el coche centenares de aviones comunes (Delichon urbicum), la golondrina que sitúa sus nidos bajo los aleros de las casas. Cuando después de visitar aquellas cumbres bajábamos al mediodía desde el nacimiento del río Rioseco, la bandada se había posado en los cables de electricidad que cruzaban una de aquellas gargantas.
De inconfundible aspecto. Negro azulado en las partes dorsales y blanco puro en las ventrales. Con un llamativo obispillo blanco muy definitorio. Había muchos ejemplares juveniles, de un color grisáceos oscuro más que negro. Muy gregario, se posa en los cables. Parecía claro que habíamos topado con una bandada en migración. Podíamos escuchar sus cantos y reclamos, más breves y variados que el de su pariente la golondrina común (Hirundo rustica). Se estaban preparando para seguir su viaje transahariano en dirección sur. Tengo la impresión de que el fuerte viento en contra que, desde hacía varios días, llevaba toda la mañana soplando, unido a las alteraciones magnéticas que llevaban produciéndose durante varios días, habían retenido a esa bandada formada por centenares de individuos.
Las aves perchadas en los cables se dedicaban a atusarse y ordenar las plumas estirando sus alas. El espectáculo era bellísimo. Aquellos pajarillos, poco más grandes que un copo de algodón, se reponían alimentándose de los insectos que el calor de los últimos días había propiciado y recuperaban las fuerzas necesarias para dar otro salto. Quizás hasta Extremadura, quizás hasta la Tierra de Campos. Eran poco más de la una y media del mediodía, pero parece que la mañana les había resultado fructífera pues estaban haciendo un alto en su alimentación para arreglarse el plumaje. A lo mejor es que el cuidado de su plumaje es tan importante como su alimentación, ahora, terminadas las urgencias reproductoras y puestos en marcha hacia el sur. Seguramente una de aquellas mañanas habían cruzado el Golfo de Vizcaya y habían atravesado las montañas cantábricas para llegar y reponerse en estos amables valles. Pensé que sin duda sus plumajes necesitaban, como mínimo, un lavado y un peinado. Y allí estaban ellos, un mediodía cualquiera, preparándose y reparando sus fuerzas para otro avance hacia el sur. ¿Cuántas caerán en esa despiadada, ciega carrera, de la migración?

En la montaña cantábrica.

El domingo día 11 de septiembre queríamos elevarnos un poco desde la Tierra malherida y doliente, y acercarnos a las nubes recordando aquél ya lejano 11 de septiembre del 2001 y el aún más lejano del año 1973. Así que por la mañana subimos hasta unos altos collados en la Cordillera Cantábrica, en las cercanías del monte Bernacho. Subimos desde Las Machorras, pedanía de Espinosa de los Monteros, al norte de la provincia de Burgos (España). Había un viento sur caliente y muy fuerte, racheado. El cielo estaba nublado y hacía fresco. Cuando llegamos a la base de los montes la temperatura era de 16ºC. Desde los arbustos del fondo del valle se asomaban un escribano cerillo (Emberiza citronella) y una bandada de más de cien verdecillos (Serinus serinus), que se escaparon enseñándonos su obispillo dorado.
Por los árboles zureaban palomas torcaces (Columba palumbus). Allí arriba, en las nubes, se deslizaba la inconfundible silueta del buitre leonado (Gyps fulvus). De los cantiles de los valles subían continuos los graznidos de grajillas (Corvus monedula) y cornejas (Corvus corone). Poco a poco dejamos atrás el valle y por una senda muy empinada fuimos subiendo hasta un parque eólico, uno más de las decenas que ocupan todas las cresterías burgalesas.
Cuando subimos más allá del bosque, el suelo se nos presentó cubierto de almohadones de brezo, aulaga, y pequeños matorrales azotados por el viento. Más arriba, la roca, nada más. Lo curioso es que las rocas eran sedimentareas, areniscas calizas de relativamente reciente concreción. Esas rocas probablemente constituyeron un fondo de lago y eran arenas que se fueron fundiendo íntimamente con calizas, que antes aún, habían formado parte viva de un fondo marino. Esas areniscas, hoy desgajadas y erosionadas por los vientos procedentes del mar lejano, situadas a más de 1.400 metros de altitud, en lejanos tiempos fueron un fondo de lago. Siguen mostrando con toda claridad los estratos que demuestran cómo se fue aposentando la arena. Me pareció hermoso.

viernes, 9 de septiembre de 2011

El estornino pinto ha llegado a Vitoria (País Vasco. España) Basque country. Spain.

Esta mañana cuando venía a trabajar he visto, en un parque urbano, que llamamos de Arriaga, los tres primeros estorninos pintos (Sturnus vulgaris) de la temporada. La primavera y el verano han sido las estaciones reinas del estornino negro (Sturnus unicolor), pero las bandadas de estornino pinto están a punto de llegar y ya aprecen sus exploradores. El estornino negro se ha reproducido en nuestras ciudades y pueblos, y ahora llega, únicamente para invernar, el pinto. Juntos, en bandadas miás o menos mixtas, el estornino negro y, sobre todo, el estornino pinto, llenarán al atardecer el cielo con esos inmensas bolsas de miles de avecillas, de tal densidad que parece milagroso que no se choquen unas contra otras. ¿Quién da las órdenes de maniobra en esos globos gigantescos llenos de pájaros?

Así que nada, estupendo, ya están aquí los primeros invernantes. A pesar de que el tiempo es bastante bueno (con amaneceres cubiertos de niebla pero con medidodías y tardes llenas de sol y plenas de calor) algunos de los estivales como el vencejo común (Apus apus) o la collalba gris (Oenanthe oenanthe) ya han desaparecido. Será que llegan los fríos. Todas las observaciones de estos días incluyen mosquiteros (Phylloscopus sp.) y papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca), síntomas evidentes de que hace un tiempo que comenzó la migración hacia el sur. Supongo que los amigos anilladores estarán ya instaladas en las diferentes estaciones de seguimiento de golondrinas (Hirundo rustica) y aviones zapadores (Riparia riparia) para dejar constancia de este hecho. En sus finas redes puede que caiga alguno de los alcotanes (Falco subbuteo) que, predando sobre las numerosas bandadas las acompañan hacia el sur. Suerte a todos.