Mi Código de la Circulación por la carretera de la vida.

"Yo soy solo uno. Puedo hacer solo lo que uno puede hacer; pero lo que uno puede hacer, yo lo hago" (John Seymour, 1914-2004). //La sinceridad está sobrevalorada.// Antes de hablar ten claro que las palabras sean más oportunas que el silencio.// No discutas nunca con un imbécil. Te obligará a rebajarte a su nivel y te ganará por experiencia.// ¡Cuántas veces no se pretende sólo derrotar al contrario, sino más bien hundirle tanto en lo profesional como en lo personal!// ¿Quieres ser feliz un instante (o dos)? ¡Véngate! ¿Quieres ser feliz para siempre? ¡Perdona!// Cuanto más pequeño es un corazón, más rencor alberga.// No juzgues. Todas las personas te pueden sorprender si les das la oportunidad.// Tú sigue adelante, si alguien quiere ir contigo, que tire también.// No mires mucho alrededor, sigue adelante pues como dijo no sé quién: "es preferible pedir disculpas a pedir perdón".// No es posible caer bien a todo el mundo. Hagas lo que hagas unos te querrán y otros te aborrecerán. Es inevitable.// El ser humano forma parte de la Naturaleza y es un ser vivo como los demás (árboles, zorros, libélulas, bacterias) por lo que está sometido a los mismos procesos vitales.// Las religiones son el principal enemigo de la salud mental.// Si soy normal, y hago esto y lo otro, seguro que todas las demás personas harán lo mismo o cosas parecidas.

martes, 13 de septiembre de 2011

En la montaña cantábrica.

El domingo día 11 de septiembre queríamos elevarnos un poco desde la Tierra malherida y doliente, y acercarnos a las nubes recordando aquél ya lejano 11 de septiembre del 2001 y el aún más lejano del año 1973. Así que por la mañana subimos hasta unos altos collados en la Cordillera Cantábrica, en las cercanías del monte Bernacho. Subimos desde Las Machorras, pedanía de Espinosa de los Monteros, al norte de la provincia de Burgos (España). Había un viento sur caliente y muy fuerte, racheado. El cielo estaba nublado y hacía fresco. Cuando llegamos a la base de los montes la temperatura era de 16ºC. Desde los arbustos del fondo del valle se asomaban un escribano cerillo (Emberiza citronella) y una bandada de más de cien verdecillos (Serinus serinus), que se escaparon enseñándonos su obispillo dorado.
Por los árboles zureaban palomas torcaces (Columba palumbus). Allí arriba, en las nubes, se deslizaba la inconfundible silueta del buitre leonado (Gyps fulvus). De los cantiles de los valles subían continuos los graznidos de grajillas (Corvus monedula) y cornejas (Corvus corone). Poco a poco dejamos atrás el valle y por una senda muy empinada fuimos subiendo hasta un parque eólico, uno más de las decenas que ocupan todas las cresterías burgalesas.
Cuando subimos más allá del bosque, el suelo se nos presentó cubierto de almohadones de brezo, aulaga, y pequeños matorrales azotados por el viento. Más arriba, la roca, nada más. Lo curioso es que las rocas eran sedimentareas, areniscas calizas de relativamente reciente concreción. Esas rocas probablemente constituyeron un fondo de lago y eran arenas que se fueron fundiendo íntimamente con calizas, que antes aún, habían formado parte viva de un fondo marino. Esas areniscas, hoy desgajadas y erosionadas por los vientos procedentes del mar lejano, situadas a más de 1.400 metros de altitud, en lejanos tiempos fueron un fondo de lago. Siguen mostrando con toda claridad los estratos que demuestran cómo se fue aposentando la arena. Me pareció hermoso.

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