Dice Francisco Bernis en su Diccionario de nombres vernáculos de aves (Editorial Gredos. Madrid, 1995 p. 9) que "nuestros libros medievales no conocen todavía" la distinción entre águila real y águila imperial. Sin embargo testifica que "los antiguos cetreros acusan el amotivo impacto que la gran águila producía en sus propias aves cetreras y dictan exorcismos que deben pronunciarse para ahuyentar aquélla, o ven en la aparición siniestra o diestra del águila el agüero malo o bueno del día que se caza". "En cuanto al calificativo de imperial (águila imperial), exige un largo rastreo por los recovecos de la heráldica, donde preferimos no meternos".
Águila imperial (Aquila adalberti) asomándose desde la copa de un pino piñonero de la vera del Parque de Doñana fotografiada el 23 de agosto del 2011. El término águila parece tener una raiz indoeuropea en la palabra awietos, de donde procede el aétos griego y el aquila latino. ¿Habría alguna relación entre el antiguo nombre, Aquilón, del viento del norte y las águilas? Según los seguidores de esta relación, las palabras águila y Aquilón tendrían el mismo origen en razón al vuelo rápido del ave "como el viento" y el soplar del viento. No parece una explicación muy convincente, pero está más admitida que otras. El simbolismo del águila es evidente: es la reina de las aves, el ave de Zeus el dios supremo. También la iconografía cristina ha otorgado un lugar preferente al águila. Emblema del apóstol Juan. La imaginación de los autores medievales ha elevado al águila a las más altas moradas del simbolismo religioso. El águila como Cristo. También como águila cruel, falsa, secuestradora. El específico Adalberti lo ostenta esta especie desde que fue considerada especie propia, separada de la especie heliaca de la que durante muchos años fue considerada subespecie. Era H. W. Adalbert un almirante y príncipe prusiano. El hombre de ciencia que le puso este nombre a la especie (C. L. Brehm, 1861), quiso hacer un reconocimiento de las cualidades militares del príncipe Adalberto y, con ello, un homenaje al almirante. Es evidente que no tiene nada que hacer aquí la ciencia, pero pensemos que ese nombre fue puesto en las épocas más belicosas y patriótico-militaristas que se dieron en Prusia, antes de extenderse por toda Alemania. El tal Brehm era un pastor luterano y ornitólogo reconocido, que ejercía cerca de Leipzig y, pienso yo, que consideraría que hacer un poco la pelota al príncipe no le vendría mal en aquellos tiempos.
Es una bella rapaz de fuerte constitución. Es más pequeña que el águila real (Aquila chrysaetos). Por encima es muy oscura pero tiene la nuca de color pálido o casi blanco, lo que contrasta con el resto del cuerpo. También tiene manchas claras, casi blancas, en los hombros. Son los entorchados de emperador, que la diferencian del águila real. Vive en bosques de llanura y en zonas de matorral mediterráneo. Necesita siempre árboles para anidar. Es una rapaz muy ligada a masas forestales, aunque está presente en las dehesas. Es un endemismo ibérico, lo que quiere decir que únicamente existe en España y Portugal. En España puede encontrarse en el Guadalquivir, Doñana, Extremadura, Montes de Toledo, Sierra Morena. En las Comunidades Autónomas de Madrid, Andalucía y Extremadura. Existen unas 150 parejas, lo que unido a su dependencia del conejo como presa y al cainismo entre los pollos, la ha llevado a una difícil situación. Hay en marcha varios programas de conservación. Caza en terrenos abiertos y despejados y necesita enormes extensiones de campeo.
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