Por la tarde nos fuimos a pajarear por otra parte. Nada está muy lejos, como se puede observar por la fotografía. En ella se ve el punto en el que se encuentran el río Retorto y el río Tirón. La foto está sacada desde la subida al convento de San Vitores y en ella se ve el soto y el bosque galería a solo unos centenares de metros. Pero la separación faunística es apreciable. A las especies propias del soto, las sustituyen aves de "secano". Durante la hora y pico que estuvimos subiendo y bajando por la ladera que se eleva hasta el convento, hasta el páramo, anotamos un macho de collalba gris (Oenanthe oenanthe), probablemente el último de la temporada; un bando compuesto por diez perdices rojas (Alectoris rufa); un macho de tarabilla común (Saxicola torquatus) en lo alto de un plantón crecidito de un pino. Por encima de nuestras cabezas cruzaban volando aves que combinan los varios hábitats de la zona: páramo y laderas de subida al mismo, de vegetación xerófila y matorral bajo con alguna repoblación de pino; fondo de valle de tierras agrícolas y matorral disperso; y los sotos fluviales. Así, nos cruzaban los habituales busardos ratoneros (Buteo buteo) de la zona, llegamos a contar seis distintos. Las cornejas (Corvus corone), de las que contamos siete que parecían deseosas de atacar al bando de perdices. Los inevitables papamoscas cerrojillos (Ficedula hypoleuca), que este fin de semana estaban presentes en todos los hábitats, perchaban en cualquier lugar: cables telefónicos y de luz, matorrales de las cunetas, arbolitos que bordean el camino, etc.
Junto al camino, otra de estas aves que cambian de un hábitat a otro, el pito real (Picus viridis). Saltó a nuestra izquierda, "relinchó" en un bosquete de encinas próximo y se dejó caer en una mancha de media docena de árboles "decorativos": falsa acacia y olmo. Allí se colocó en uno de los troncos y pudimos observarlo tranquilamente. Relumbraba su obispillo dorado. Y sus manchas rojas y verdes.
Las siete cornejas se unieron y sobrevolaban amenazadoras la bandada de perdices. Había en ella cuatro o cinco mucho más pequeñas que las demás. No sé si las cornejas son una amenaza para estas aves jóvenes pero, creo, que está abierta la veda y que se pueden cazar las perdices. O quizás todavía está vedada su caza, pero se abrirá en breve. Tengo la impresión de que ese precioso bando de casi una docena de perdices rojas será tiroteado sin compasión y deberá cambiar de refugio una y otra vez volando hasta la extenuación. Si para la primavera, para la estación reproductora, queda alguna será de milagro. En fin, son las cosas de la civilización y el progreso: reventar a cartuchazos a un ave silvestre, dura, fuerte, austera, adaptada evolutivamente a estos secarrales, pero a la que no le prueba nada bien el plomo.
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