Mi Código de la Circulación por la carretera de la vida.

"Yo soy solo uno. Puedo hacer solo lo que uno puede hacer; pero lo que uno puede hacer, yo lo hago" (John Seymour, 1914-2004). //La sinceridad está sobrevalorada.// Antes de hablar ten claro que las palabras sean más oportunas que el silencio.// No discutas nunca con un imbécil. Te obligará a rebajarte a su nivel y te ganará por experiencia.// ¡Cuántas veces no se pretende sólo derrotar al contrario, sino más bien hundirle tanto en lo profesional como en lo personal!// ¿Quieres ser feliz un instante (o dos)? ¡Véngate! ¿Quieres ser feliz para siempre? ¡Perdona!// Cuanto más pequeño es un corazón, más rencor alberga.// No juzgues. Todas las personas te pueden sorprender si les das la oportunidad.// Tú sigue adelante, si alguien quiere ir contigo, que tire también.// No mires mucho alrededor, sigue adelante pues como dijo no sé quién: "es preferible pedir disculpas a pedir perdón".// No es posible caer bien a todo el mundo. Hagas lo que hagas unos te querrán y otros te aborrecerán. Es inevitable.// El ser humano forma parte de la Naturaleza y es un ser vivo como los demás (árboles, zorros, libélulas, bacterias) por lo que está sometido a los mismos procesos vitales.// Las religiones son el principal enemigo de la salud mental.// Si soy normal, y hago esto y lo otro, seguro que todas las demás personas harán lo mismo o cosas parecidas.

martes, 15 de febrero de 2011

Un ejemplo de lo dicho.

Cuando ya parecía que la sociedad había conseguido parar una iniciativa del Ayuntamiento de Málaga para urbanizar a saco una zona denominada Arraijanal, una propuesta de "desarrollo" vuelve a generar graves dudas entre la ciudadanía. Lo de menos es que la polémica se remonte a hace muchos años, que haya un PGOU que delimita esa zona como para usos de equipamiento de carácter general y de ciudad, lo de menos es que la llegada de un gran inversior ha vuelto a poner en solfa los acuerdos tan trabajosamente construidos. Lo de menos, en fion, es que se trate de un proyecto a desarrollar en Málaga. Lo traigo aquí como modelo. Lo traigo aquí como argumento en el que sustentar lo que he dicho en entradas anteriores. No se puede descansar, en cuanto los grupos conservacionistas locales se confían, porque el proyecto ya ha desaparecido del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU)y se sustituye en el mismo con actuaciones mucho menos especulativas, vuelve a despertar el pelotazo urbanístico. Lo de menos son las personas, el hecho es que esta es la forma de actuar en multitud de Ayuntamientos españoles.
Una zona con grandes posibilidades para el disfrute ciudadano, un espacio libre litoral libre, una de las últimas zonas de la costa mediterránea sin urbanizar, queda abandonada, sucia, en situación lamentable. Y frente a las demandas locales que solicitan rehabilitar los ecosistemas del enclave, lo que permitiría dar continuidad a una zona de paraje natural, con zonas húmedas,

aparece Mr. Marshall, del que da igual el nombre porque todos son iguales, y se ofrece para una gran operación de "desarrollo" que, como no puede ser de otra manera, utiliza el enganche del deporte, de la naturaleza, de lo sostenible, para urbanizar y cubrir de hormigón esa parcela (da igual de dónde, da igual cuál sea el Ayuntamiento). En este caso, la propuesta es construir un estadio para 65.000 espectadores, una ciudad deportiva con pistas de tenis, diez campos de fútbol, un parque acuático, y, como no podía ser de otra manera, "un centro oceanográfico" sostenible. A cambio recalifica una enorme extensión de terreno en el centro de la ciudad y pega un pelotazo de más de 36 millones de euros.



Frente a una operación de tal envergadura, parecen argumentos poco sólidos los de "recuperación, naturalización y mejora con plantación de especies autóctonas, habilitar zonas de cultivo, restaurar los mecanismos ecosistémicos, enlazar los diferentes núcleos con corredores biológicos", etc. Y sin embargo así es la cosa. O nos tomamos en serio que la naturaleza tiene sus derechos que nos benefician a todos, o acabaremos viendo cómo todos los Mr. Marshall que en el mundo hay pasan otra vez de largo, después de haber arrasado los pocos espacios naturales que van quedando. ¿La culpa? De nadie, por supuesto. ¿La responsabilidad? de los que no cuentan con la participación de la sociedad civil para definir el futuro de las ciudades y se aferran al desarrollismo más cutre y casposo.



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