Mi Código de la Circulación por la carretera de la vida.

"Yo soy solo uno. Puedo hacer solo lo que uno puede hacer; pero lo que uno puede hacer, yo lo hago" (John Seymour, 1914-2004). //La sinceridad está sobrevalorada.// Antes de hablar ten claro que las palabras sean más oportunas que el silencio.// No discutas nunca con un imbécil. Te obligará a rebajarte a su nivel y te ganará por experiencia.// ¡Cuántas veces no se pretende sólo derrotar al contrario, sino más bien hundirle tanto en lo profesional como en lo personal!// ¿Quieres ser feliz un instante (o dos)? ¡Véngate! ¿Quieres ser feliz para siempre? ¡Perdona!// Cuanto más pequeño es un corazón, más rencor alberga.// No juzgues. Todas las personas te pueden sorprender si les das la oportunidad.// Tú sigue adelante, si alguien quiere ir contigo, que tire también.// No mires mucho alrededor, sigue adelante pues como dijo no sé quién: "es preferible pedir disculpas a pedir perdón".// No es posible caer bien a todo el mundo. Hagas lo que hagas unos te querrán y otros te aborrecerán. Es inevitable.// El ser humano forma parte de la Naturaleza y es un ser vivo como los demás (árboles, zorros, libélulas, bacterias) por lo que está sometido a los mismos procesos vitales.// Las religiones son el principal enemigo de la salud mental.// Si soy normal, y hago esto y lo otro, seguro que todas las demás personas harán lo mismo o cosas parecidas.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Científicos, gestores, políticos y ciudadanos.

He pasado unos días en Madrid en la Facultad de Biología de la Universidad Complutense. Las fotografías que ilustran esta entrada son del edificio de la citada Facultad. Están sacadas desde la ventana de mi habitación. O sea que vivía cerca, vamos. La convivencia cercana con profesores, investigadores y alumnos me ha sugerido algunas impresiones, una de las cuales quiero compartir contigo. Los científicos investigadores en Biología de la Conservación, están llevando sus investigaciones hasta alturas jamás vistas para estos temas en España. Están llegando a conclusiones con diagnósticos muy acertados mediante investigaciones verdaderamente sutiles y complejas. Algunas bellísimas pero difíciles de explicar.
El problema es que quienes tienen que poner remedio a la crisis de la biodiversidad, utilizando esos diagnósticos, no son los propios científicos, en general, sino los políticos y los gestores. Cuando las investigaciones de los científicos llegan a las manos y a los despachos de estos responsables, han de ser comprendidas en su totalidad y en su gravedad; pero quizás no hay personas que puedan traducir el complejo lenguaje técnico en el que están escritas en fórmulas, sencillas, ciertas pero comprensibles para gestores y políticos. Muchos gestors son buenos profesionales, bien formados, que entienden esas investigaciones. Entonces ¿por qué se hacen algunos de los destrozos que se hacen? Sería demasiado fácil de responder que por culpa de los políticos, pero ¿es esto cierto? Una buena investigación médica llega a los médicos, que se encargan ellos mismos de aplicar en su nuevos diagnósticos todo lo aprendido. En el caso de la gestión de la fauna y de la naturaleza, en la gestión de la biología de la conservación, son los políticos los que deben aplicar las medidas oportunas y los tratamientos curativos. ¿Comprenden los artículos científicos? ¿Les interesan? Es como si los que tuvieran que aplicar una nueva cirugía recién descubierta, mejorada al compás de los últimos descubrimientos, fueran los políticos. ¿Cánto se incrementaría la mortalidad en nuestros hospitales? ¡No les dejaríamos! Pues algo así es lo que sucede con la biología de la conservación. Tienen que ser los políticos los que pongan las medidas y los cataplasmas.
Tengo la impresión de que en este entramado falta un peldaño. Un nivel conformado por científicos con capacidad de gestión, con capacidad de divulgación, con capacidad de convicción. Que entiendan perfectamente el idioma de los supermegacientíficos, y sean capaces a su vez de hacérselo llegar a los responsables. En mi opinión, una de las características más imprtantes de un científico de este nivel ha de ser la de la divulgación rigurosa.
Porque finalmente, quienes van a conseguir que los políticos y los gestores hagan lo correcto para conservar la biodiversidad van a ser los ciudadanos y las ciudadanas. Ellos van a ser los que comprendan la enorme importancia que tiene el cambiar nuestra forma de relacionarnos con la Naturaleza y los espacios naturales. Necesitamos grandes divulgadores que enseñen y motiven a la ciudadanía. ¿Necesitamos un nuevo Rodriguez de la Fuente? Seguro que está formándose, ahora mismo, entre los muros de alguna facultad como ésta. Porque hacer falta, hacen falta, eso seguro.

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