¡Feliz mes de Julio a todas y todos! Ayer sábado 2 de julio fue el día escogido para sacar la fotografía veraniega que sustituyera a la primaveral que encabezaba el blog. Como los almendros sobre verdes praderas de la foto de primavera habían despertado grandes elogios, la fotógrafa y yo decidimos volver al mismo sitio en el que hicimos la foto en primavera y fotografiar los almendros, esta vez rodeados de campos de cereal. Así que tempranito nos levantamos y partimos hacia las tierras de Lerma, población burgalesa situada a unos 30 kms al sur de la capital, en cuyos páramos habíamos hecho las fotografías de primavera. Cuando llegamos, tras de una subida de pesadilla al puerto de la Pedraja, de 1.150 m, en las alturas de los Montes de Oca, el sol estaba en todo lo alto. En los páramos de Lerma el termómetro marcaba 34ºC y soplaba un viento solano tórrido, que achicharraba a plantas y animales.
Estos almendros, en primavera estaban cubiertos de flores y rodeados de una mar verde.
Y eso que habíamos tenido buenos augurios: al salir de Fresno de Río Tirón vimos una concentración de veintidós cigüeñas blancas (Ciconia ciconia), prácticamente toda la colonia adulta de la comarca de la Riojilla burgalesa y en uno de los nidos de cigüeña de Lerma, tres pollos desarrolladísimos se disputaban la comida que un adulto, del mismo tamaño que ellos, les depositaba en el interior del nido. Salimos de la población por el este, tomando la cresta de la loma que separa el valle del Arlanza del páramo. Nada más empezar a caminar, seis cigüeñas blancas seguían a una cosechadora, en una finca próxima al sendero, capturando al vuelo los ortópteros (saltamontes y langostas) que la máquina levantaba al pasar y que eran cientos. El calor empezaba a apretar y el camino es una continua sucesión de subidas y bajadas. Pero a la vida animal no le afecta el calor. Por el contrario, parece que le anima para vivir con más intensidad. Fuimos sacando fotografías, simétricas a las que habíamos realizado en primavera, como ese almendro de tronco inclinado de más arriba. Por fin llegamos al lugar desde el que habíamos fotografiado el verde páramo el 26 de marzo pasado. Todo estaba reseco, si bien algunos árboles de repoblación, que en la primavera incipiente no se veían, ahora presentaban sus pequeñas copas verdes. Cuando terminamos, dimos la vuelta y, aunque el viento solano nos achicharraba, la caminata había merecido la pena. Ya ni sudábamos. Estábamos resecos así que bebimos unos tragos de agua y de bebida isotónica. La sensación térmica era de unos treinta grados pues el viento, al secar el sudor sin darle tiempo ni a brotar, daba una falsa sensación de refresco, pero el sol estaba al límite de lo soportable. Los sombreros nos hacían la sombra justa para poder caminar. Eran las horas de más calor ¡iniciamos la marcha al filo del mediodía y la terminamos a las 14:30! ¡"P'habernos dao" algo!
Alcaudón común (Lanius senator).
La vuelta mereció la pena. Pasamos junto a una gran tejonera (Meles meles) que parecía muy usada y transitada. Estábamos rodeados de aves de páramo como las alondras (Alauda arvensis), cogujadas (Galerida cristata), pero también salían de los bosquetes de pinos jilgueros (Carduelis carduelis) y otros fringílidos. A lo lejos reclamaban un grupo de cornejas (Corvus corone). Un cernícalo (Falco tinnunculus) pasó sobre nosotros y otro se lanzó como un bólido sobre una meseta reseca. Nos sobrevolaba lentamente una culebrera europea (Circaetus gallicus). Y, muy arriba, recorrían el cielo algunos ejemplares de buitre leonado (Gyps fulvus). Aquello era un espectáculo. Pudimos ver con gran detalle y dibujar una bisbita campestre (Anthus campestris) ecaramada a las ramas bajas de un arbusto la cual, después de posar un buen rato, se asustó y salió volando. Al llegar a un collado de la sierra, en los arbustos existentes en una zona bastante rala, un grupo de cuatro alcaudones comunes (Lanius senator) volaba de matorral en matorral agitando sus alas como banderas de señales blancas y negras.
Bisbita campestre.
Seguimos caminando, recibiendo la visita de las inefables collalbas grises (Oenanthe oenanthe) colinas hasta llegar a la plaza Mayor de Lerma. Íbamos asados de calor. El agua que llevábamos se había calentado hasta parecer agua ACS, de ducha. Así que decidimos que era el momento de descansar un rato. Entramos en el restaurante Casa Ojeda y nos dispusimos a comernos una perdiz roja (Alectoris rufa) escabechada y unas chuletillas de cordero lechal (Ovis aries) con ensalada de lechuga y cebolla. La comida la acompañamos de vinos Ribera del Duero y nos tragamos casi tres litros de agua mineral soriana. De postre merengues tostados con tiras de almendra cruda, que en mi casa llamábamos "biscotelas". Osea un día genial. A las 16:00 nos fuimos hacia Fresno de Río Tirón y hacia la siesta en una habitación fresca, en penumbra, con sábanas limpias. Osea. ¡Hasta la próxima, amigos!
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