Una avecilla que se asoma a la cornisa de alguno de los edificios más modernos de la ciudad, a más de veinte metros de altura. Se lanza y captura algún insecto. Vuelve a su atalaya. Se estira sobre sus patas y parece más alta. Es minúscula comparada con la edificación, pero allí arriba sigue, como reinando sobre la zona. Una reina diminuta. Presenta un antifaz negro, el vientre gris. Apenas se distingue ninguna otra característica. Pero se echa a volar y resplandece un obispillo y la parte central de la cola brillantemente blanca. Es un macho de collalba gris (Oenanthe oenanthe) en librea estival. Desde siempre (ya hemos hecho alguna entrada sobre ella), sabemos que la collalba gris "caza desde perchas bajas o correteando". También sabíamos que sus terrenos preferidos son los "desarbolados con pastizal raso o matorral bajo y abierto, con piedras, muros o majanos donde anidar" (Aves de España. De Juana. 2ª edición 2005). "En montañas, páramos, eriales, campiñas cerealistas. En migración es frecuente en labrados y siembras". Pero es que la escena que he descrito ¡se desarrolla en el centro de un popular barrio de mi ciudad! Frente a donde vivo. Delante de mis narices. Desde mi ventana sigo diariamente las peripecias de, por lo menos, cuatro parejas de collalba gris que han anidado y están criando en la zona. Aquí se instalaron a mediados de abril y aquí estarán hasta mediados de octubre. Creo que aprovechan para criar unos tremendos pedraplenes que sujetan en ciertos tramos las márgenes de un río virtual que atraviesa mi barrio. My River in My Area. Ya ves, es la vida abriéndose paso contra viento y marea. Entrañable.
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