Mi Código de la Circulación por la carretera de la vida.

"Yo soy solo uno. Puedo hacer solo lo que uno puede hacer; pero lo que uno puede hacer, yo lo hago" (John Seymour, 1914-2004). //La sinceridad está sobrevalorada.// Antes de hablar ten claro que las palabras sean más oportunas que el silencio.// No discutas nunca con un imbécil. Te obligará a rebajarte a su nivel y te ganará por experiencia.// ¡Cuántas veces no se pretende sólo derrotar al contrario, sino más bien hundirle tanto en lo profesional como en lo personal!// ¿Quieres ser feliz un instante (o dos)? ¡Véngate! ¿Quieres ser feliz para siempre? ¡Perdona!// Cuanto más pequeño es un corazón, más rencor alberga.// No juzgues. Todas las personas te pueden sorprender si les das la oportunidad.// Tú sigue adelante, si alguien quiere ir contigo, que tire también.// No mires mucho alrededor, sigue adelante pues como dijo no sé quién: "es preferible pedir disculpas a pedir perdón".// No es posible caer bien a todo el mundo. Hagas lo que hagas unos te querrán y otros te aborrecerán. Es inevitable.// El ser humano forma parte de la Naturaleza y es un ser vivo como los demás (árboles, zorros, libélulas, bacterias) por lo que está sometido a los mismos procesos vitales.// Las religiones son el principal enemigo de la salud mental.// Si soy normal, y hago esto y lo otro, seguro que todas las demás personas harán lo mismo o cosas parecidas.

domingo, 26 de junio de 2011

El valle de las mariposas. Fresno de Río Tirón (Burgos. España).



Llevaba yo varios años pensando que las mariposas habían desaparecido. ¡Tantos biocidas empleados en la agricultura habían acabado con ellas! Pero he encontrado un rincón secreto en el que las mariposas abundan, porque escasean los humanos. Es un valle escondido entre los sulfatos de sodio del páramo burebano. En la novela Aventura en la montaña, Enid Blyton sitúa el origen de la acción en que los niños y las niñas van buscando un lugar, situado en el mismísimo corazón de las montañas de Gales, llamado El valle de las mariposas. Y ahí empieza su aventura.
Cuando esta mañana hemos decidido visitar tranquilamente el que denominamos valle de las mariposas, ha comenzado la nuestra. Eran las 11:00 de la mañana cuando abandonábamos la subida hacia el páramo y nos internábamos por uno de los valles laterales que lo cortan y desaguan. Hacía mucho calor, 30ºC y el sol sacudía de lo lindo. Había un leve viento del norte que pasaba desapercibido entre las curvas del valle. Nada más empezar a caminar por su abertura, nos han acudido a saludar dos pitos reales, tres palomas torcaces, cuatro abubillas, un busardo ratonero y cuatro cornejas. Las golondrinas y vencejos se contaban por docenas. Patrullaba las laderas una hembra de aguilucho cenizo. Hemos seguido adentrándonos en el valle, que se va cerrando y dando lugar a nuevos vallecillos laterales que parecen los contrafuertes del páramo. Enseguida hemos visto un macho de aguilucho cenizo el cual hemos podido observar a placer pues estaba cazando y se dejaba caer de vez en cuando. Las rayas oscuras bajo las alas no dejaban margen para el error. Por todas partes nos rodeaban mariposas. Otros insectos zumbaban a nuestro alrededor. Sin duda era un día de verano. Un día paradigmático del verano, canónico. "El" día de verano. Como los de los veranos de "nuestra infancia". En nuestra infancia los días de verano eran mucho más veraniegos que los de ahora. Pues bien, el de hoy puede ser tomado como el modelo a seguir por todos los días que quieran ser designados como "de verano".
En estas estábamos cuando de entre los árboles que véis, se ha levantado un corzo. Ladrando nos ha mirado fijamente. Sin dejar de ladrar ha iniciado una carrera ladera arriba; parecía molesto. Lo habéis podido ver en las primeras fotos de esta entrada. A nuestro alrededor bullían las alondras, los trigueros, cornejas, cernícalos, buitres, hasta urracas. Dos parejas de tarabillas nos iban precediendo lentamente. En lo alto de unas laderas, dos machos de collalba gris lanzaban sus notas cada uno desde un majano. Se les podía oir en todo el valle. Más abubillas, palomas torcaces,... poco a poco todos estos sonidos se han ido confundiendo con los de las esquilas de un rebaño de ovejas.
Iban con su pastor y un burro enjaezado con campanillas. De pronto una oveja se ha separado del rebaño y se ha puesto de parto. Al rato le colgaba fuera la cabeza del cordero y seguía con sus esfuerzos. Nos hemos alejado. Hemos abandonado el valle para devolverle su intimidad. Por el fondo corría un regatillo. El color verde de los carrizos y los chopos destacaba violentamente del dorado de las mieses. El valle de las mariposas, el valle de la tranquilidad, el valle de la vida. Todavía quedan lugares como éstos cerca de nosotros. Tengo la impresión de que basta buscarlos un poco para encontrarlos. También nosotros hemos tenido una aventura: hemos sido testigos de la aventura de la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario