El fin de semana pasado (18 y 19 de junio) se produjeron grandes manifestaciones en varias ciudades españolas como colofón a las varias semanas en las que asambleas permanentes de los denominados "indignados" intentaban articular un nuevo sistema filosófico, de valores, económico, ético, etc. Aunque las interminables asambleas se prolongaban durante el día y la noche y los indignados acampaban allí para tener mayor dedicación a la causa, parecen pocas semanas para articular un nuevo orden ideológico que sirva de mapa-guía para articular un nuevo orden social que cambie el que ha existido en los últimos 3.000 0 4.000 años de civilización occidental. Pero, en fin, el esfuerzo parecía interesante y nos ilusionó a muchos. No obstante, yo estuve en Madrid, capital de España en donde se había iniciado el movimiento, en la acampada de la Puerta del Sol, los días 27, 28 y 29 de mayo, y las asambleas se reducían a un tedioso recitativo de asambleas de localidades que se solidarizaban en general; o a largas informaciones prácticas sobre higiene, limpieza, comidas, organización, o sea un coñazo. Gran entusiasmo verbal para discutir las conveniencias de no defecar u orinar por las esquinas. Demasiado artificio para tanto fuego. O en la plaza Mayor de Burgos en la que, para mi asombro, las "nuevas" ideas que se ponían a debate eran lecturas del Antiguo Testamento. Rarísimo. En cualquier caso, las asambleas llegaron a conclusiones llamadas a redimir al mundo de sus pecados económicos y sociales. En mi opinión ha sido el parto de los montes: aquellas tremendas montañas que, tras ruidosos dolores de parto, convulsiones telúricas y terremotos, parieron un ratón. Pues algo así. Hay dos o tres cosas que me llaman la atención en los escritos finales que se han hecho públicos. La primera es el título "todo para el pueblo y con el pueblo". Unos días antes había sido la toma de posesión de los nuevos alcaldes y alcaldesas y, en cualquiera de aquellas recepciones, había más gente que en las marchas que pretendían hacerse notar en la calle. Había pues más "pueblo" en el interior de los ayuntamientos que en la calle. Por supuesto votó más gente en las Elecciones Autonómicas y Locales del 22 de mayo que la que participó en todas las asambleas juntas de toda España y de todo el resto del mundo solidario sumando incluso todos los días. Hay demasiada ideología descarnada y demasiada poca vida en esos documentos. En segundo lugar llama la atención el que todas las soluciones que plantean las tengan que hacer otros. Esta manera de encarar las cosas me parece especialmente negativa y profundamente tradicional. "Hay que", "hay que", "hay que elaborar presupuesto participativos", "hay que desarrollar la democracia participativa", todo lo tienen que hacer otros. No hay ni una sóla de las propuesta que diga, por ejemplo, "vamos a dejar de comer carne cuatro días a la semana", "no vamos a comer hamburguesas", "vamos a rebajar la temperatura de la casa de nuestros padres (por definición los indignados no tienen casa propia) hasta los 21ºC", "vamos a comprar artículos ecológicos", "no vamos a usar el coche", "no vamos a comprar a plazos", "no vamos a pedir créditos", y estas acciones sí que atacan directamente al sistema capitalista de mercado. Jane Goodall, en un precioso libro que titula Harvest for hope (Otra manera de vivir. Cuando la comida importa. Editorial Lumen. Barcelona, 2007) aporta todo tipo de experiencias y explica las beneficiosas consecuencias que para la naturaleza y contra la sociedad de consumo se pueden derivar de una compra, de un consumo responsable. Por último, me resulta especialmente doloroso el que no haya ni una mención al medio ambiente. Únicamente una de pasada, hacia el final del documento, en la que se dice "Hay que iniciar una política de austeridad que garantice un equilibrio económico, social y medioambiental de la ciudad". Ni una mención a la economía sustentable, a la utilización de fuentes de energía renovables, al necesario compromiso del ser humano con la Naturaleza. Ni al hecho de que somos Naturaleza y con ella nos salvaremos o con ella nos perderemos. Ni una mención al necesario cambio de forma en las relaciones (explotadoras, de rapiña, de agresión) del ser humano con la Naturaleza. Ni una mención a una nueva forma de relacionarse con ella, con respeto, de utilización sostenible. ¿Vamos a cambiar el mundo explotando a la Naturaleza y a quienes viven de ella hasta la extenuación? ¿Vamos a cambiar el mundo si no cambiamos la forma de relación con la Naturaleza de la explotación al respeto? ¡Anda ya! Ñaclas, si no cambiamos la manera de hacer las cosas, seguiremos obteniendo los mismos resultados. Si no cambiamos la dirección del camino, llegaremos al mismo sitio. ¡Ay, qué oportunidad perdida! Tanto esfuerzo, para, al final, no ver más que la paja en ojo ajeno sin ver la viga en el nuestro. ¡Ah, la condición humana!
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