Aspecto que presentaba el edificio del reactor Fukushima 1 después de la explosión de este sábado 12 de marzo del 2011. (Fotografía sacado de la edición digital de El Mundo).
Vaya por delante que tengo la impresión de que la única manera que hay de paralizar la expansión exponencial de las demandas energéticas a escala mundial o regional es la de contención en el consumo. Todo lo demás es entrar en una escalada que pone a los pies de la demanda nuclear no sólo la libertad y los derechos de los ciudadanos sino incluso sus vidas. Japón es una buena muestra de una sociedad que no está dispuesta a limitar sus demandas energéticas y parar darles respuesta ha instalado más de 50 centrales nucleares. Para ellos, las renovables no son alternativa viable para atender un consumo cada día más desbocado. Pues bien, el acidente de la central nuclear de FUKUSHIMA pone de relieve una vez más la peligrosidad inherente a esta opción energética, y el impacto que un incidente nuclear tiene en la vida de miles de personas. Después de ser el primero (y único) país que ha sido bombardeado con bombas atómicas (sendas bombas reventaron Hiroshima y Nagasaki en 1945) se ha reconciliado con la energía nuclear y basa una gran parte de su estrategia energética en reactores nucleares para producción de electricidad. El tsunami del pasado viernes ha provocado una explosión que el sábado destruyó las instalaciones del reactor nuclear Fukushima 1 al ocasionar una fuga de hidrógeno, que se ha acumulado bajo unas estructuras de acero sobre el reactor, y que finalmente ha explosionado liberando a la atmósfera gas radiactivo. La explosión produjo cuatro heridos, pero más de 160 personas han sufrido directamente efectos perjudiciales para su salud por exposición a radiación. El gobierno ha ordenado la evacuación de 140.000 a 200.000 personas en un radio de 20 kms alrededor del reactor Fukushima 1 y de 10 kms alrededor del Fukushima 2. Se ha producido una auténtica crisis nuclear, si bien la gran conurbación de Tokio se encuentra a unos 240 kms al sur. Para proceder a revisiones y evaluar el impacto que sobre la seguridad de las mismas ha podido tener este gran terremoto, otras once plantas nucleares de generación de electricidad han sido cerradas ayer en Japón. Se ha declarado la alarma nuclear y las Agencias internacionales de control nuclear califican el accidente de muy grave, lo que podría llevar a una situación de pánico internacional. La explosión este sábado del reactor Fukushima 1 ha demostrado una vez más, como ocurrió en Chernobil, que esa posibilidad, negada tajante y repetidamente por los científicos pronucleare, es real. Los reactores nucleares pueden explotar. Es cierto que, hasta el momento, no se trata de explosiones atómicas, sino de explosiones de hidrógeno que destruyen los reactores o sus instalaciones y liberan material radiactivo a la atmósfera. No parece probable que, de momento, seamos testigos de un episodio de "síndrome de China", pero la peligrosidad de este tipo de fuente energética afecta a cientos de miles de personas obligándolas a abandonar sus casas, trabajos y vidas. ¿Merece la sociedad ser sacrificada de manera tan radical en el altar sacrosanto e inviolable de la producción energética?
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