El viernes día 8 de abril, a las seis de la tarde, hacía ¡28ºC! en el casco urbano de Fresno de Río Tirón. La localidad está situada al nordeste de la provincia de Burgos (España). Esas temperaturas, que venían repitiéndose durante toda la semana, son absolutamente extraordinarias para un inicio, todavía titubeante, de la primavera por estas tierras del norte de Castilla. Pero no cabe duda de que animan a la fauna ornítica a acelerar sus labores de cortejo y reproducción. Sentado en mi terraza de un tercer piso, tengo a la vista la mayor parte de los tejados del casco urbano. Desde mi terraza se podían ver gorriones (Passer domesticus), lavanderas blancas (Motacilla alba), verderones (Carduelis chloris), cinco golondrinas (Hirundo rustica) en pleno cortejo persiguiéndose por parejas, estorninos negros (Sturnus unicolor), un macho de colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros). En el nido de la cigüeña blanca (Ciconia ciconia), sobre la espadaña de la iglesia, un adulto echado, pasando calor, se refresca con la agitación gular tan característica de las aves. Estornino negro aportando materiales para el nido. Aviones comunes (Delichon urbica) completando el nido. Desde lejos, desde la enramada, salen los cantos del carbonero (Parus major), del mirlo (Turdus merula), del pardillo (Carduelis cannabina), que deja ver fugazmente su pecho carmesí al pasar junto a la terraza. Un pico picapinos (Dendrocopos major) pasa volando sobre los tejados, desde el soto del río Tirón hasta el soto del río Retorto. Un grupo de golondrinas se ha posado en un cable de la luz.
Nido de aviones comunes que está siendo reparado por sus usuarios recién llegados de África.
Un macho de colirrojo tizón. De pronto, una lavandera blanca se planta ante el tubo brillante de una chimenea recién instalada. El tubo de metal está brillante y pulido. No hace ni quince días que ha sido instalado. El macho de lavandera se ve reflejado y ataca una y otra vez su propia imagen reflejada. Supongo que cree que es un rival en las actividades amatorias y quiere mantenerlo a raya. La lavandera se empeña, aguija, aceja. De pronto pierde interés y se va caminando, pavoneándose por los tejados.
Tengo la impresión de que días así, tan cálidos, tan perfectos, son muy escasos así que me apresuro a disfrutarlo, en buena compañía, hasta el último minuto. Anochece cuando nos retiramos a cenar. Son las nueve y media de la noche. Llevamos orbservando las aves desde las seis de la tarde, y se nos ha pasado el tiempo en un suspiro.
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